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TELEVISIÓN. RADIO. PREc;sA 33 nizada, de la que se nos comunicó iba a ser madre. Con un. lujo de detalles realmente exhaustivos se nos ha tenido al tanto de lo que pasaba, o se adivinaba, en la vida íntims de la príncesa de Mónaco. Luego vino lo de Gina Lollobrigi~ da; la protagonista de La mujer más guapa del mundo tam– bién sería madre. Y aquí sí había algo de noticia, pues ia italiana tendría el primer hijo transcurridos ya ocho años de matrimonio. Claro que esto último es accidental, pues la prensa hubiera manoseado la noticia de todas formas. Hasta aquí la alusión a una información de la prensa. Pero usted comprende inmediatamente que si traigo a cuen– ta la maternidad de Gina Lollobrigida y Grace Kelly no es para convertirme en un periodista más. Mis noticiarios--co– mo mi vida-pretenden ser algo decididamente apostólicos, y sólo desde este ángulo visual son plenamente ínteligibles. Y la conclusión moral que pretendo apostillar al dato que le acabo de referir es la que a contínuación le amplío. Existen ciertas flores que se marchitan apenas las aca– ricia el sol; se diría que florecen para vivir idealizadas por la penumbra y el misterio que engendra la luz tenue. De modo similar, hay ciertas materias que se desvirtúan con la publicidad, que pierden en respeto y admiración desde t:l momento que se alejan de la oscuridad. No siempre favore– ce-a las personas y a las cosas-el estar situados en primer plano. Y la maternidad es una de esas cosas que exigen, por ley natural, misterio. Lo que hay siempre de extraordina– riamente bello en la maternidad humana pierde parte de su encanto al tornarse demasiado visible y claro. Por esto opino que los medios difusivos han obrado me– nos prudentemente al gritarnos con insistencia la próxima maternidad de esas dos estrellas. Estaría más conforme con el pudor elemental que envuelve esas materias el que no se llamara tanto la atención sobre el particular. Con un simple anuncio nos hubiésemos enterado, y la verdad, no ne– cesitábamos saber más. Pero los periodistas lo repitieron tanto, que hasta los niños se enteraron, poniendo en un apuro a sus mamás. Así, aquel niño americano, un chiquillo de Nueva York que apenas sabía deletrear, leyó en la prensa que Grace iba a ser madre: "Oye, mamá-preguntó intriga– do a su madre-, ¿cómo sabe Grace que va a tener un hijo?'' La madre quedó cortada, sin saber por dónde salir, hasta que se le ocurrió esta respuesta origínal: "Porque Grace, como papá, como tú y como yo, lee el periódico ... " No sé si SVCEDIO EN LA TIE!RRA.-3

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