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24 SCCIWIÓ EN LA TIERRA quería un poco de música para descansar, no los eternos, insinuantes y monótonos reclamos de la publicidad. Y dio con otra emisora. La voz clara de una mujer gritaba: "Cuan– do por la mañana se afeite, use siempre loción ... " De nuevo hizo usted girar el dial de la radio, dejando con la palabra en la boca a la mujer, mientras estallaba molesto: "No me interesa ninguna loción, señorita." Y se fue a la caza de una tercera emisora. La localizó pronto y escuchó: "No lo dude usted, señora; si lava ... " Su pobre radio no se rompió; me– nos mal que Telefunkem hace bien las cosas. Pero la forma como usted apagó su aparato de radio no tuvo nada de pa– ternal, que digamos. Con un taco, regularmente fuerte, de– dicado a los sacrificados locutores de la radio, cogió una no– vela y se dispuso a leer. "Al menos en la novela no encontraré anuncio", pensó. Ya ve. Esto no es cuento; esta escena está tomada de su vida. Y en la vida de otros muchos hombres también se da esa escena diariamente. Y es que tanta publicidad... La primera inmoralidad en que puede incurrir la publi • cidad es su misma profusión. Cualquier clase de actividad humana debe estar al servicio del hombre, no en su contra; éste es un principio elemental de sociología y ética natural. Pero la publicidad, con su descarada invasión de todos los campos, está tomando por asalto, y sin previo aviso, zonas enteras que no la pertenecen. Y con ello está haciendo im– posible la existencia racional de muchos hombres. Mas esto, evidentemente, es condenable. No hay derecho a que se nos intoxique a fuerza de reclamos comerciales. ¿Es que el único valor humano es la economía? Necesitamos el tiempo para muchas cosas: para instruirnos, para entrete– nernos... ¡Necesitamos el tiempo para tantas cosas! Pero es horrible-usted lo sabe mejor que yo-; en la radio, anun– cios; en el televisor, anuncios; por la calle, por la carreter:t, anuncios, letreros ... Vale su exclamación: "¡Ya está bien!" Y eso que la publicidad es hasta recomendable-no se vaya a creer que yo me opongo a ella por sistema-; se le debe dejar, pues, un margen prudente para desenvolverse. Ella nos ayuda-nos debe ayudar por lo menos-a vivir mejor. Pero esta avalancha de slogan publicitarios que continua– mente está descargando sobre nosotros desde todos los sitios disponibles nos perjudica. También aquí la moderación y el buen juicio tienen un papel que representar. Y quienes sean responsables de ello deben saber cortar implacablemente la

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