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la rentabilidad de la misma. Con los anuncios-se expresen éstos de la forma que sea-se intenta, con tiro inmediato y próximo, herir al hombre en lo que tiene de más íntimo; es la voluntad y el entendimiento del hombre-su alma, en suma-quienes salen beneficiados o malparados por obra y gracia de la publicidad. Pero esto es grave. Eso de pretender colarse en lo más intimo de la persona es un lujo que no se puede practicar sin más ni más. Tenemos derecho a que se nos respete, a que nadie se meta con nosotros impunemente, a que no nos martiricen el espíritu, a que no nos engañen, a que no nos saquen con trampas el dinero ... Pero con tanto reclamo y anuncio se pueden violar todos esos derechos. ¿No ve usted cómo esto de la publicidad es complicado? Sí, ¡ya lo creo que es complicado! ¿Me permite, pues, algunas considera– ciones sobre el alcance social y moral de este tema? ... ¿Sí? Pues ... ¡manos a la obra! Ante todo, le advierto que tomo aquí la palabra publici– dad en su sentido inocente, en el sentido y alcance que le da el hombre de la calle. Definiendo, entiendo por publici– dad lo siguiente: "Aquella actividad que, mediante mensajes orales o visuales dirigidos al público, trata de influir en éste inclinándole a comprar un determinado producto o a adop-– tar una forma determinada de vida." La definición es pobre -no se crea que soy tan lerdo como para no darme cuenta de ello--, pero para mi propósito es suficiente. Y ahora vamos con nuestro tema. ¿Cuándo una publici– dad así-la publicidad que le acabo de definir-resultará in– moral y antisocial? El tema es complejo y difícil, ya lo sé. Pero voy a inten– tar servirle unas anotaciones sobre la materia. Por lo de– más, con lo que a continuación digo, no pretendo descubrir el otro mundo; sólo quiero ayudarle a recordar. Usted ha protagonizado la escena. Llegó a casa el último sábado-¿recuerda? -, a las nue– ve. A esa misma hora aproximadamente había salido cami– no de la oficina por la mañana. ¡Todo el santo día traba– jando! Usted se dejó caer sobre un sillón y, recordando di– fusamente su día y su semana de trabajo, exclamó: "Ya está bien de trabajo, ¡caramba!" E hizo funcionar la radio. Y escuchó: "No hay como nuestros productos; compre us– ted... " No dejó al locutor terminar la frase; se fue en busca de otra emisora a ver si le amparaba la suerte. Porque usted

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