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22 SUCEDIÓ EN LA TIERRA la carnicería, en la zapatería y en el quiosco, rse pedía garap. Ningún francés sabía en qué consistía, pero todos buscaban aquella cosa maravillosa que se llamaba "garap". Y los fran– ceses, mal a su pesar, no daban en ningún sitio con garap; no daban en ningún sitio con aquello porque ... , porque ga– rap, no era nada, no era más que una palabra sin sentido. Había servido para un text extraordinario organizado por la Federación Francesa de la Publicidad, con el fin ex– ciusivo de poder medir y palpar prácticamente el alcance de la publicidad. Ellos-los de la Federación-sabían que la publicidad influye en el público, pero ... ¿influye mucho\ ¿poco?, ¿cuánto influye? La Federación Francesa de la Pu– blicidad escogió-para contestar a esas preguntas-la pa– labra "garap"; y comprobó que era posible tener pendiente a toda Francia de la publicidad si ésta se organiza eficien– temente. ¡ Poder mágico el de la publicidad! ¿Tendrá por consi– guiente algo de particular que las casas comerciales dedi– quen presupuestos altísimos a darse a conocer? Nada, claro está; son lógicos con sus intereses. Al fin, como gustan repetir los yanquis, "bussines is bussines", que es, dicha en inglés, nuestra exclamación: "¡ el negocio es el negocio!". Fíjese usted en las estadísticas. Son un índice elocuente de cómo andan las cosas. Según se nos dice desde Nueva York-¿por qué estaremos mentando siempre a Estados l'nidos?-, el dinero invertido en publicidad durante 1957 ascendió a la suma impresionante de 10.310.600.000 de dóla– res. Y repare usted que hablo de dólares, no de pesetas· y en dólares son más de diez mil millones los dedicados, en un año nada más, y en una nación, a la publicidad. Durante ese mismo año-quizá le interese saberlo-, los diversos medios publicitarios se repartieron los dólares según la proporción siguiente: carteles por calles y carreteras, 22 por ciento; semanarios, 7,6 por ciento; prensa especializada, 5,3 por ciento; televisión, 13,3 por ciento; prensa, 30,6 por ciento; radio, 15,3 por ciento. A la vista de las cifras que preceden, ya entiende usted que la publicidad con un presupuesto monetario tan fuerte y con una ramificación tan amplia, fornosamente tiene que lograr sus fines. Así es y así debía ser fozosamente, porque estamos en el reino del dinero y el dinero únicamente se tira para recobrarlo centuplicado. Esto es evidente. Pero no solamente exi.ste en la publicidad el problema de

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