BCCCAP00000000000000000000552

lG SGCEDIÓ I:!'i LA TIERRA la roca. A nosotros únicamente nos asusta el pecado; todo lo demás, nos alegra y satisface. Y entre otras cosas que nos alegran y satisfacen está la tEJevisión. La televisión es, en auténtico sentido cristiano, y según la calificación textual de los obispos de Bélgica, "excelente en sí misma": sirve para entretener, deleitar, educar... ; son tantos los bienes que nos llegan pegados al receptor ese chiquito, que hacen que efectivamente la televisión sea "ex– celente por sí misma". Pero aunque excelente en sí misma, es claro que se puede pervertir y malear. De hecho, parece ser que contra los pro– gramas extranjeros de televisión existen duras y justificadas críticas. De esas críticas les recuerdo, por citar algunas, estas dos: En Africa del Sur-esa nación que se llama así: Africa del Sur--se ha dado últimamente una ley contraria a la instalación de la televisión en aquel Estado. Y justificando la decisión ministerial, se decía: "la experiencia de otros países muestra dos dificultades insuperables: la del control de los receptores y la del control, por los padres, de los niños que se encuentran diariamente ante el receptor". Otro caso: En Estados Unidos ha aparecido una fuerte protesta contra la televisión. Y esa protesta pretendía jus– tificarse con el siguiente razonamiento: "cada día se lee menos en los Estados Unidos porque el tiempo libre se em– plea en televisión. Una encuesta reciente asegura que un 25 por ciento de los graduados de Universidad no leen libro alguno durante el aflo y que un 17 por ciento lee un libro al año; que en un 42 por ciento de los hogares norteameri– canos no hay ningún pequeño estante para poner libros, pEro que en más de un 90 por ciento hay la televisión correspondiente". Nosotros, en razón del retraso nacional en materia de televisión, apenas si tenemos experiencia sobre el particula:·. Pero es verosímil que ese peligro-el peligro de encauzar la televisión por derroteros equivocados-también entre nos– otros exista no tardando. Tenemos el ejemplo de la radio, donde con más frecuen– cia de lo que sería de desear se nos ofrecen-por recordar algo que sucede todos los días-seriales de una calidad mo– ral y humana francamente detestables. Y lo que está suce– diendo con la radio es presumible acontezca también con la

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz