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l",(1 Sl'CEDIÓ Di L\ T!ERH \ están ahí. Y hay que vivir de cara a las mismas. Como en Jo cronológico no se puede volver al siglo I, tampoco en lo so– cial. Los esclavos existieron legalmente; hoy no se conciben. Las aglomeraciones inmensas de colonos pendientes del ca– pricho de unas docenas de propietarios son fenómeno socio– lógicamente superado. En la práctica-y hasta cierto pun– to-, todavía se puede observar ese fenómeno, preferente– mente en países poco desarrollados. Teóricamente, ya no tiene razón de existir. El desarrollo de los estamentos so– ciales y de la conciencia de los hombres lo ha hecho senci– llamente imposible. Y fatalmente concluirá su existencia. Cualquier persona medianamente avisada alcanza a com– prender que esto es así. Y digo que sería una lástima que aquellos a quienes co– rresponde poner un fin suave y sin estridencias a ese cadá– ver histórico-económico que nos legaron nuestros antepasa-• dos se empeñaran en revivirlo. No lo conseguirán, porque ello implicaría violentar leyes históricas que siempre se cum– plen. Tal vez esos buenos y respetables señores no se aven– gan por las buenas a engendrar un nuevo estado de cosas. Entonces, de rechazo y violentamente, darán paso a ese monstruo que se llama comunismo o a cualquier otro movi– miento afín. Pero esto es de veras lamentable, ¿no cree usted? Pues -la verdad-yo no veo otra solución viable. Hay que dar paso a un reparto equitativo y justo de la tierra. Más: no creo que exista otra salida. Es forzoso recordar la alternativa de las intrascendentales peleas infantiles: "O por las buenas o por las malas."

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