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TELE\"ISIÓX. RADIO. PRE:-.-S.1 15 fluencia de estos medios peligrosos, es necesario oponerles resueltamente las armas de la verdad y del bien." Así, Juan XXIII. ¿Cómo, pues, dar un empleo adecuado a ese nuevo apa– rato que ha venido a entretener y complicar nuestra vida? ... La cosa no es fácil ni muchísimo menos. Recientemente el episcopado belga dirigió una pastoral a los católicos de aquella nación exponiendo diversas ideas orientadoras sobre este tema. De ese documento de la Je– rarquía eclesiástica belga voy a entresacar, para ustedes, algunos pensamientos. Dice, por ejemplo, el episcopado belga: "Nosotros admiramos tan notable invento del genio hu– mano y rendimos homenaje a todos los científicos que han contribuido a idearlo y a perfeccionarlo ... ; un instrumento científico tan perfeccionado como la televisión es buena cosa en sí y puede constituir un excelente medio de cultura, de progreso y de concordia; puede convertirse en fuente de verdad, de bien y de belleza para millones de hombres ... Ex– celente por sí misma, la televisión puede servir tanto a lo bueno como a lo malo... " Naturalmente, nosotros somos cristianos y, por tanto, adoptamos una actitud positiva ante todo lo que se encamin<: a arrancar a la creación sus secretos. Sabemos que la creación nos ha sido entregada desde 102 días ya lejanos del Paraíso para explotarla, para enten– dnla y desentrañarla. No vivimos acongojados y miedosos ante los reales o posibles logros científicos. ¿Por qué íbamos a temer? Todo cuanto se descubra de maravilloso en el mundo será una nueva estrofa añadida al himno ya largo de alabanzas a Dios por tanta cosa buena como ha hecho. Y si algún día se creasen tales condiciones climatológicas que nos pudiésemos dar un baño en el Mar de la Tranqui– lidad de la Luna, sería un nuevo motivo que tendríamos, si no para creer, sí para querer más a Dios. No nos asus– tamos de un posible fin de semana en Marte, tampoco de una rapidísima vuelta a la Tierra en menos minutos de los que tiene la hora; todo lo contrario: nos regocijamos por ello. La creación ha sido puesta por Dios al servicio del hom– bre, y todas las aplicaciones y posibilidades que en ella se puedan encontrar nos alegran y nos confirman en una fe que, según la vieja comparación bíblica, es ya firme como

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