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«POR ESOS PUEBLOS DE DIOS> El título no es mio. Usted ya lo sabia, ¿no? Bueno; pues por si acaso me adelanto yo a recordárselo para que no me tilde de plagiario: Por esos pueblos de Dios es el título de un libro de don Santos Beriguistáin, un cura navarro que escribe y piensa bien. Yo también he andado por esos pueblos de Dios. Todavía ando; y si Dios no lo remedia, tendré que seguir pisando barro aldeano durante años. Y por esas aldeuchas perdidas-por donde yo voy y por donde van cuantos salen de la ciudad-existen muchas co– sas; muchas alegrías y no pocas penas. Ultimamente he vivido en un caserío-caserío o pueblo, ¡qué más da!-, rodeado de fincas inmensas. Ellos, los del caserío, arrastran su miseria en torno a unos metros de te– rruño difícil de cultivar. Y rodeando al triste pueblo, ex– tensiones sin límites esperan, en sueño invernal y estéril, la visita veraniega de su lejano y .ciudadano dueño. Y yo, que no soy comunista precisamente, me acordaba de León XIII -el de la Rerum Novarum-y del revolucionario cubano Fi– del Castro,-por qué no decirlo-de Kruschef y sus seguido– res también. ¡ Qué se va a hacer ! Uno es así, y embarcado de por vida en la arriesgada aventura de desentrañar lo bueno y lo malo de las cosas, va siempre pensando en la moralidad de lo que ve. Porque el problema está ahí, escociendo el alma como una llaga que no termina de curar. Esas extensiones sin fin,

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