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146 SUCEDIÓ EN LA TIER!l~ algo que huele a podrido en Dinamarca"-podemos decir nosotros que hay algo que huele a podrido en nuestros pue– blos, que hay algo que no anda bien en el campo. Y con este reconocimiento del malestar ya damos un paso en el intento de remediarlo. El punto de partida, en la curación de una enfermedad, es el reconocimiento de la misma. En el campo social ocurre exactamente lo mismo. Se comien– za a buscar salidas, cuando se reconoce que el estado actual de las cosas es imperfecto e inestable. En un discurso a los asistentes a la VII Asamblea de la F. A. O. habla el Papa de la "reforma agraria, de crédito y de cooperativas agrícolas", como freno contra esa cons– tante fuga del campo a la ciudad. Estas soluciones, u otras posibles, hay que buscarlas. Es indudable que los dirigentes en quienes descansa la responsabilidad de mirar por el bien material de los pueblos, están urgentemente obligados a ha– cer algo, positivo y solucionador, en este sentido. No basta escribir artículos o filmar películas sentimentales, donde se presentan las calamidades de familias advenedizas a la ciudad. Hay que hacer algo positivo en favor de esos pue– blos que se mueren de hastío e inanición. No basta, y hasta puede ser inhumano, cerrarles las puertas de la ciudad, cuando en los pueblos no tienen medios de vida. Habrá que llevar a cabo una repartición más equitativa de las rique– zas naturales, habrá que crear industrias, habrá ... que salir por donde sea, porque ciertamente hay algo que no anda bien en el campo.

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