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SCCEDIÚ I·:.\' I .\ Tl EIUL\ tencia la totalidad de los pueblos. No me quiero detener en descripciones alarmantes y demagógicas porque estarían de más. El dato es tan evidente que no precisa de pruebas largas y enojosas. La verdad clara es que el campesino es quien lleva una vida más dura, y peor remunerada, en España. Y contra esta afirmación no vale argumentar que los pueblos han logrado un nivel de vida superior a cualquier otro conseguido a través de la historia. Eso lo único que prueba es el grado infrahumano en el que secularmente ha vivido el campesino. La verdad innegable es que ha sido el labrador el "eterno ignorado" de todas las legislaciones sociales. El extenso, bien pensado y valiente mensaje de Girón, lo reconoce sinceramente, por lo que a España res– pecta: "Ellos-los campesinos-son los proletarios más an– tiguos y los menos atendidos ... Esos son los autores de una Revolución que todavía no han disfrutado, una Revolución cuyos frutos primeros han cedido a otros trabajadores y que es hora ya ele conceclérseles a ellos con la amplitud y generosidad con que ellos los supieron cosechar para los demás, regándolos con su propia sangre." E independientemente ele que se reconozca o no, la rea– lidad está ahí, a la puerta de nuestra casa, para ser obser– vada inmediatamente. El discurso del que fue Ministro de Trabajo es laudable, y lo único que deseamos sinceramente es que se lleve a la práctica urgentemente. Que las palabras están muy bien, pero sobre todo tenemos fe en las obras. No sé dónde he leido que hay naciones, entre las más atrasadas, que poseen una legislación social avanzadísima y casi perfecta. ¿Cae España bajo esta afirmación? No lo sé, pero lo que sí afirmo es que si tenemos una legislación relativamente perfecta, nos gustaría verla puesta en práctica. Es lo que deseamos para el discurso de Girón, que esas palabras decididas que le hemos escuchado, a través de Radio Nacional, las veamos fructificar por los amplios campos de España. Porque es urgente que comiencen a dar fruto. ¡ Son tantos los problemas que pesan sobre nuestras aldeas! Yo no le puedo dar a usted la solución, porque no estoy preparado para ello. Creo que el problema social es dema– siado complejo para diagnosticar sobre él con cuatro no– ciones aprendidas en los libros, algunos ratos de meditación y muy pocas experiencias. Se necesita algo más; algo que

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