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m'cEDIÓ EN LA TIERRA lo mismo que la técnica es especialidad de los pueblos an– glosajones y germánicos, la belleza era, sobre todo, creación latina. Pero parece ser que no es asi, aunque nos resistamos a creerlo. Los modelos de la Rue de la Paix tendrán que dejar paso a los que se exhiben en la Quinta Avenida de Nueva York, o en los pulcros paseos de Hollywood. Y la ide:1 habría que universalizarla. El anhelo pueril de imitación lo invade todo. Y no es que yo me quiera encasillar en compartimientos estancos, inviolables e inafectables. Decididamente no. Me parece útil y provechoso mantener el espíritu abierto, alerta, para captar aquellas lecciones aprovechables que nos pue– dan brindar los extraños. Es de almas enanas o soberbias -porque la soberbia también achica, y no en grado pequeño, la visibilidad de nuestra inteligencia-el asustarse ante todo lo que es marginal a su existencia. Hace ya años escribió Joubert: "Hace falta tener siem– pre en la cabeza un rincón abierto y libre para dar sitio a las opiniones de los amigos, albergándolas al paso. Es realmente insoportable conversar con hombres que no tie– nen en su cerebro lugar alguno vacío, y en donde está todo ocupado o sin que nada exterior pueda allí penetrar; ten– gamos espíritu de hospitalidad." Pero para que el escritor francés se alegre desde su tumba, tenemos que confesar que existe, al menos en determinados aspectos, excesivo "espí– ritu de hospitalidad". Lo que llamo "snobismo religioso" es una muestra de ello. Se quiere, y se pide, un catolicismo made in USA. Fué el grito con que se recibió, por el públic,J español, entre otros films, la película Siguiendo mi camino. A propósito de esta cinta, recuerdo haber escuchado este comentario en Santoña, la villa santanderina: "Así deberían ser nuestros curas." Y ése es también el anhelo de los lec– tores, con poco sentido crítico, del libro norteamericano Todos me llaman padre. No solamente se da el reclamo, "Ma– quíllese usted como en Norteamérica", sino que se piensa y se oye este otro: "Practique usted su catolicismo como en Estados Unidos." Quizá yo no sabría decir hasta dónde es viable este "snobismo religioso", este ansia de imitación por lo extran– jero. Desde luego, no lo rechazo absolutamente. Cabe en este tema una distinción elementalísima que le expongo a continuación. Negativamente no podemos admitir la copia de una for-

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