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SCCEDIÓ ES L,\ T1 FHR \ digo de la Circulación para la incoluminidad de la vida hu– mana y para la serenidad del vivir cotidiano, es necesario" (Discurso de Juan XXIII a los automovilistas de Roma, marzo, 1959). ¿Más textos? ... Lea: "Hacer una oración cada vez que salen de viaje, para que la Providencia los libre del peligro; y acordarse en último término que es la ley de Dios y no sólo el Código de la Circulación al que obedecen. Es algo muy serio conducir, y no podemos correr el riesgo de exponer vidas humanas." Así el Cardenal Cushing, arzobispo de Boston, exhortando a sus feligreses. Y Monseñor Gaudel: "El conductor o el peatón debe tener en cuenta que esa grave responsabilidad puede ser extrema si las victimas tienen cargas de familia." Llevar la frivolidad y la ligereza hasta provocar tantos accidentes como se producen, es demasiado. La vida es un don de Dios sobre el que no tenemos dominio pleno. Pero los conductores que ignoran las leyes de circulación o guían en condiciones físicas desfavorables se arrogan ese dominio. Quienes conducen, pues, en forma anormal o sin tener en cuenta las más elementales normas de prudencia, están ro– bando a Dios un poder que El no los ha dado. Ni vale la disculpa: los crímenes de carretera no se quieren nunca. ¿De veras que no se quieren nunca? Yo creo que acontece más bien lo contrario: los crímenes de ca– rretera se quieren casi siempre. ¿Que ésta es una afirma– ción gratuita? Vea usted y juzgue. ¿Por qué se producen esos encontronazos automovilís– ticos? Según el Ministerio español de Obras Públicas ( Bole– tín de Información), durante el aüo 1958, entre un total de 8.054 accidentes, 5.000 se debieron a violación del Código de la Circulación. Y, aunque los peatones cometieran un nú– mero respetable entre esas 5.000 transgresiones, la mayoría -y una mayoría respetable-, fue cometida por los con– ductores. Como segunda causa productora de esos accidentes-con– tinuó citando el Ministerio de Obras Públicas-está la im– pericia, el cansancio y la negligencia del conductor. ¿Quién es el causante principal, por consiguiente, de los accidentes en las carreteras? Los conductores en un porcentaje elevadísimo. Ellos no habrán querido dejar so– bre el asfalto el cuerpo de un hombre hecho trizas. Pero, de hecho, han procedido como si realmente lo hubieran

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