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CIUDADES. CAPITALES l'.lD El cristiano debe tener un concepto de las cosas de este mundo muy distinto del que tiene el no cristiano. Este vive completamente dominado por las cosas terrenas. No tiene más visión que la del mundo de aquí abajo. Sólo piensa y se preocupa de su comida, de su vestido, de su, salud, de sus negocios materiales, de sus comodidades. Esta conducta es inaceptable para nosotros. También nosotros, cristianos, tenemos que preocuparnos de muchas de esas cosas, pero lo hacemos o debemos hacerlo "sin angustia", sin que esta preocupación absorba todas nuestras energías y dé el tono a nuestra vida. Lo que caracteriza, lo que debe dar el tono y la forma a nuestra mentalidad y a toda nuestra exis– tencia es una ciega, una filial e inquebrantable confianza en Dios. Porque, como dice el Evangelio: "Vuestro Padre conoce muy bien todas vuestras necesidades." Esto está suficientemente claro, ¿no? Pues entonces, termino así. ,:3 CCSDIO EN LA. TIETIRA.-9

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