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12:o SCCEDIÚ EC: TIEHfL\ mente de nuestra vida. Sólo así dejaremos de fatigarnos alo– cadamente en la búsqueda de unos bienes materiales que en última instancia nos solucionan muy pocos problema::; Nos conviene recordar unas palabras de Jesucristo. Esas palabras, copiándolas del Evangelio que escribió San Ma– teo (cap. 6.26), son exactamente éstas: "Mirad cómo las aves del cielo no siembran ni siegan, ni encierran en gra– neros, y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas? ... Mirad a los lirios del campo cómo crecen: no se fatigan ni hilan. Y os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos. Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se arroja, al fuego, Dios así la viste, ¿no hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe?" ¿Vale el pensamiento? La existencia de un ave depende de Dios. También el florecer de un lirio. ¿Y la vida del hombre? Sería ridículo afirmar lo contrario. La vida del hombre depende de Dios. ¿No dice gráficamente el Evange– lio que hasta la caída de nuestro cabello está sujeta al querer de Dios? Es una medicina-esta idea que vamos exponiendo– plenamente curativa. La excesiva preocupación por las cosas terrenales se remedia radicalmente con el pensamiento de la Providen– cia. Debemos convencernos de que Dios Providente rige todos nuestros destinos y que en sus brazos podemos descansar tranquilos. Como, en medio de la tempestad, descansaba tranquila aquella niña inglesa. Un capitán de navío que viajaba de Liverpool a Nueva York llevaba consigo a todos sus familiares, entre ellos una niña. Una noche se movió repentinamente un temporal ho– rrible, que por momentos fue creciendo, poniendo en peligro el navío. Entre los pasajeros comenzó a cundir el pánico, temían a cada instante cualquier desgracia. La niña, de unos ocho años, terminó por despertarse también. Con sor– presa preguntó qué pasaba. Se lo dijeron. La pequeña no preguntó más que esto: "¿Mi papá está arriba?" "Si-le contestó alguien-. Entonces-concluyó la niña-, enton– ces todo irá bien." E inclinando la cabeza, sin preocupar– se más de la tempestad, siguió durmiendo. Trabajemos y pongamos de nuestra parte un esfuerzo racional. Pero, a la vez, pensemos que Dios "está arriba", y que todas las cosas suceden bien según su beneplácito.

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