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cinJ.\DFS. ('Al'!TALLS prar mis aeroplanos de deporte y mis automóviles de fa– milia... Cuando todos puedan poseer un aeroplano y traba– jar una horá al día, entonces yo figuraré entre los profetas del mundo y los hombres me adorarán como al auténtico redentor." Y mortifica la pregunta, por lo humillante: ¿Será esto -un coche, un avión-lo que buscan los hombres? Sería exageradamente expuesto responder afirma.tivamente. Y además injusto. Cuando los hombres cavilan preocupados, cuando caminan de prisa por delante de mi casa, cuando los hombres de mi ciudad-y de todas las ciudades del mundo-se afanan y buscan angustiosamente hacer más restable económicamente su. vivir, es innegable que no bus– can almacenar dinero. Por lo menos, no buscan eso exclu– sivamente. E interpretar la prisa, la congoja, el nerviosismo que se ha apoderado de nuestro vivir, como expresión ex– clusiva de un ansia de confort y goce material, es pensar bastante superficialmente. Yo por lo menos creo que el problema es más complejo. Existe una innegable dureza de la vida, y existen otras cosas que han forzado este caminar y vivir apasionado y nervioso del hombre de hoy. Esto no lo debemos olvidar a la hora de diagnosticar sobre la pro– blemática del hombre de ciudad. Pero, aunque eso sea así, no podemos olvidar la ver– tiente opuesta. No es materialismo puro lo que inspira el agitarse del hombre de ciudad. Tampoco exclusiva ansia de bienestar. Pero pecaríamos de miopía si nos empeñáse - mos en negar la carga de materialismo, de egoísmo que trabaja al hombre de hoy. Es innegable. El hombre con quien topamos en la calle vive acuciado-al menos incons– cientemente-por un fuerte deseo de confort. Y sostener lo contrario es negarle a lo evidente. Cabe, por consiguiente, la advertencia de Pío XII: "Cuando se trata de asegurar la verdadera libertad y salvar la cultura, a las que Europa debe su grandeza, no se trata solamente y en primer lugar de valores materiales, sino, sobre todo, de aquellas fuerzas espirituales-morales que deben ser inherentes a una cultura para que pueda pretender garantizar y fomentar la digni– dad del hombre... Decimos esto porque temeríamos por Ale– mania y Europa si se perdieran completamente en lo ma– terial." Precisamos subrayar los valores espirituales. Sólo asi tendremos una visión exacta de la realidad. Y concreta-

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