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ll(i SCCEDIÓ E?'-i LA TIERH. '\ Yo, la verdad, no me había detenido a pensar que aque– llas filigranas morunas pudieran ser expresión de sensualis– mo. Luego me pareció que sí, que la Alhambra y el Alcázar de Sevilla, y tantos otros restos musulmanes, llevan el es– tigma decadente de unas gentes que supervaloraron el goce carnal, y que esos monumentos fueron construidos para servir a la sensualidad, entendiendo esta palabra, sensua– lidad, en sentido amplísimo. Pero al margen de esta consideración artística, con ma– yor o menor probabilidad de acierto, está la segunda afirma– ción del paquistaní de la Alhambra: "Mas la sensualidad es la gangrena que carcome una sociedad y el signo más claro que anuncia su ruina." Y esta segunda parte sí que es cierta. Ni usted ni yo po– dríamos empeñarnos, obrando racionalmente, en negar lo que es clarividente. La sensualidad-ello es certísimo--des– troza al hombre individualmente considerado y también a cualquier entidad social. Y no me refiero aquí a formas extremas de sensualidad. Todos sabemos la cantidad de lujuria que, larvada o des– carada, campea por esos mundos de Dios. Pero aquí prescin– dimos de ella. Nuestra consideración se dirige a horizontes menos turbios y apunta a blancos distintos. Vea usted. Ahora, y aquí, quiero aprovechar la ocasión para llevar su atención, lector amigo, a otro punto bien concreto. Ese punto es éste: la inmodestia. ¿Que la inmodestia no tiene relación con la lujuria? ¡Vaya! No seamos cándidos. Es in– negable que si. Aunque quienes la practiquen no lo sepan. O no quieran enterarse de ello. Aunque con el dem1.udismo se pretenda exclusivamente realzar una belleza que ya exis– te. O crear formas bellas donde naturalmente no las hay. El desnudismo afecta a la moral, y, en concreto, a la sensua– lidad-en el sentido inocente de este vocablo y en aquel otro ya pecaminoso--. Aunque ésta no se tenga en cuenta. Aun– que se intente ignorar esta ramificación que lleva consigo la ausencia de la rona. Y bien, lea usted la noticia. Nos la transmite Félix Cen– teno desde Buenos Aires. "Se iba a celebrar una boda-en Córdoba, de Argentina--, y antes que los novios y sus padrinos entraran en el templo el cura observó que la novia no vestía adecuadamente. Iba despechugada, con los hom– bros desnudos, luciendo un modelo de baile más que de boda. Pidió modestamente el sacerdote que se pusiera un tul sobre

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