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Bilbao te canta que ensimismado esgrime mazas, pilones y fogonazos en la noche incendiada de sus forjas : noche de difuntos con perros en Basesarré y damas de Aitgorri y de Amboto sobre las cumbres. De los montes, diadema de nuestra villa, salen ángeles grises con sus copas llenas de lágrimas a llover en Begoña. Y llueve, llueve muy suave, muy cadencioso, santo rosario, sartas de penas, letanías de besos en tu santuario. En la tierra donde yacen mis padres hay un célibe bulbo de azucena. Bien sabes que ninguna flor esperarse de él se puede : pues es mi corazón. Mas cuanto queda de nuestros muertos : humus trepador en los chatos manzanos, un aniversario para toda la vida, el himno resignado en nuestras almas, un paso menos firme sobre la tierra en este suelo, con charquitos al sol huidizo y gotas en la yerba, y la voz de la madre eternidad en Derio : con esta vida y muerte te rezamos. Por las amarillas :flores de las árgomas recibe nuestras almas bilbaínas, doblemente humanas, por bruscas y rotas - 89 -

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