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zocos y oasis de desiertos, joyerías de Venclóme, graves silencios ele las cordilleras y ele los ríos que separan las patrias : es divino viajar, y aquel sitio es bueno donde el instinto dice : ¡ Aquí muriera ! Vuela a través de grises, alma mía -este nórdico gris de mis plegarias-, y descansa en la rubia lejanía ele unas islas, ele música dormidas : las Canarias. No son tierra ni mar : son melodía ele las horas ele paz, las visionarias horas cuando un milagro es cada día, y brotan perfección las pasionarias. Allí sueña el sosiego de las flores ; llega de lejos Grecia por la altura, y Atlántida es Jerusalén en lo profundo, y su cúpula, el Teide. Resplandores ele Dios sobre Orotava, donde apura su arte de ser feliz el bello mundo. Mas en ir y venir : en esto para mi telúrico afán de volver siempre. Aun desde las Islas de la fortuna, finjo a mi corazón niebla bilbaína y que me entro en un barco por su ría de fe. Bruma hecha domicilios dispersos - 71 -

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