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y cantaban villancicos los f11rgo11es de an1bas n1árgenes de la ría. Teníamos un tilo ahí en el Arenal. Era el primero saludando las mangas y la pana de los barrenderos y las sonantes cantimploras a lomos de los burros de Munguía cuando el sol de súbito se apretaba, buscando calor, contra el Serantes. Teníamos un tilo ahí en el Arenal. Y un día un hachazo imponente de solo Dios con su lluvia, sus vientos y sus galernas del Cantábrico lo retorció y astilló, como el manillar de una bicicleta roñosa. Sin ensueño lo vieron morir estos difíciles bilbaínos con sangre de Palencia y de Lugo. ¡ Con lo hermoso que hubiera sido que este nuestro tilo del Arenal se hubiera muerto de vejez y artesanía, para quilla de una lancha o para mostrador de chacolí con señales tintas redondas de los gordos vasos, o siquiera como ataúd de los que temblorosos marchan para Lezama y los dejan en Derio. ¡Ay!, tilo nuestro del Arenal, hermano de los sauces - 66 -

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