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EL VIEJO A1\IIOR Mas el poeta condenado se ve dulcemente a construir un madrigal bajo el si~·imiri lluvia con sordina, que, a la larga, llora en las lunas y en el esmeril de las pastelerías de Correos, porque acaso añora el azul brioso del Abra en algún día de agosto, cuando esa misma pareja rema sin recogimiento ni intimidades : él, disc6bolo neptuniano lanzador de bonanzas, y ella, Circe, Atenea y Diana cazadora de soles y de sal. No sois el viejo amor, casta pareja. Aquel que hab16 de parcas y destinos o pistolas y valses. Bien marcha el mundo sin mitologías, ni tedios filos6ficos en cubiertas de barco, ni iniciaciones en las gracias de Eleusis. Otros son los caminos de esa prisi6n sin rejas donde beso y sacramento liberan las potencias divinas y los sacros terrores. Acaso todo aquello era un amor, vieja substancia, carnaza para anhelos cínicos y entecos - 62 -
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