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pero sí acechados, como un tesoro, por el aire serio de Bilbao, que ahora se sonríe en todos los banderines y grímpolas de los barquitos de la ría. ¡ Oh celeste humedad en la boina de él y en el pañuelo de seda natural de ella, que, anudado al cuello, resalta su barbilla y su gozo con el frescor de las manzanas paradisíacas de sus mejillas, de baladas inglesas ! Nada de Margarita, fácil, ingenua y enigmática; sino Maite prosaica, alegre e inmediata. Su mano teclea y cose y se arma los bigudíes, y desescama -salvo que le guste la salada piel tostada– sardinas asadas en Santurce, y empuña el vaso, ferviente de limonada y tinto, hasta provocar una declaración, mientras devora con sus dientes perfectos de anuncio en fotoplay, de animal joven y ángel en su más accesible forma. Y llevan un paraguas, igual que un corazón a la bendición de la lluvia y del Altísimo. ¡ Cualquiera sabe quién de los dos los lleva : corazón y paraguas. - 59 -