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Dióles la decadencia y la juventud perpetuas. Son las rosas dormidas de sus dormidos faros. Viajeros boreales, nos vemos aquí dioses. Nunca cual junto a ellas nos juzgamos divinos. Estas ciudades ámbar, arrabales del sol, al tedio silenciosas, alerta al paraíso. Llega cualquier Ulises en su cóncava nave buscando una odisea para yanquis feacios. Pero allí no está el mundo del Sur o del Oeste. Aquellos son los puertos del activo descanso. Quieta la fantasía, se olvidó la aventura. Ni la vida estimula, ni se inquiere el enigma. ¿ Para qué?, si despiertos en orillas de gracia nos dan gratis los aires la total armonía ... Su sol ha sido hecho sólo para jardines con rosas, muertas de amor y de libertad. Los ojos de los niños juegan los tres mil años sonoros de la Ilíada. Mirar allí es triunfar. Todo lleva quizá infinitos días muriendo, y se decanta en vida, que se adensa en perfume: un perfume de sangres por el sol golpeadas en un cáliz de razas, que en azul se diluyen. Voces que no son suyas dicen todos los labios. Hay miradas amigas que jamás se encontraron. - 44 -
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