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Proliferan las tascas orfeones, y espejea la ría, guardiana de Bilbao. Las viejas ferrerías de San Antón flamean. Son antorchas de un bosque que se trocó en archivo. Llénanse de brujas nuestros montes : montes que hombro con hombro se aprietan para oler a Bilbao. Sacrificio de incienso ventea en las alturas su dios Jaungoicoa. Tumescente la ría, se encela por el mar con las ideas fijas de sus barcos. Pero se aquieta pronto y, humilde, parpadea. Le traen los anguleros su cedazo, su choto y su farol. Un místico pasmo me baja del cielo en esta noche, y la salobre mar me envía un airecillo de aventura. Sube zigzagueando el vaho de Bilbao, de eucalipto y de rosa, por la Ciudad Jardín. Y pienso y deseo: ¡ que s,:a sólo música, perfume de Dios y sus abrazos y besos este envío de mi Bilbao, hija del hierro y del agua, Venus de acero ! A veces es muy hombre, y, a ratos, muy mujer. <cBilbao la vieja», ccNuestro gran Bilbao», -14-
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