BCCCAP00000000000000000000550

mistificaciones, deficiencias y escándalos y, especialmente, incontables vacilaciones personales, y a pesar de que nos corresponda vivir en turbulen– ta conmoción posconciliar y de que dentro de la sociedad eclesial se denun– cien terribles inconsecuencias por sus miembros, con criticismo honestamente exigente y contradictorio, nada ni nadie puede destruir el hecho de que Cristo me habla a mí, se me revela a mí a través de esta jerar– quía, esta liturgia, esta iglesia. El sincero pastoralista jesuita norteamericano termina con estas palabras, muy aplicables a nuestras situaciones tanto públicas como privadas e íntimas: Las limitaciones y frustraciones inferidas de la situación de la Iglesia Católica Romana de hoy; la noche en que la barca de Pedro a muchos parece oscilar y necesita carenarse, esto mismo me devuelve a la única cosa que importa, la siguiente: por medio de esta iglesia humana, pecadora, confusa, Dios me ama, y yo acepto su amor. Nunca he sido tan libre. MONOLOGO DEL UNIVERSITARIO ECUMENISTA El caso es que cuando uno entra en relación con otra persona a la que admira, quiere o simplemente saluda, y se entabla la cuestión religiosa, las diferencias entre sus fes, no serán menos, pero sí más comprensibles y elusivas, bien porque se reducen a la superficialidad, bien porque aparecen profundidades coincidentes. El drama de los hombres de creencias diversas tiende a desvanecerse cuando se plantea en común. Se comprueba entonces el soberano empeño leal de las mentes religiosas de hoy. He aquí el monólogo de un profesor católico ecumenista después de haber compartido el almuerzo en la cafetería del campus universitario con un luterano y el rabino X. Es una actitud circunspecta y bondadosa: No estoy conforme desde luego con las tesis de Lutero acerca de la Gracia divina y de la naturaleza humana caída. Pero mientras hablaba con el luterano, colega mío en la universidad, me crecía la persuasión de que es obvio que él sea sincero en su ignorancia invencible, y que Dios no tiene nada contra él. Mas yo, que soy católico romano, tengo mejor interpretación de Dios, de Cristo y del hombre de la que él tiene. Esto se me ocurría, pero aunque no fuera por otra razón, el sentido del humor me impediría pen– sar así. Concedido que mis tesis sean verdaderas e indiscutibles y que algunas de las suyas son falsas. Después de hablar con este hombre, no puedo decir objetivamente que Cristo es menos entendido, apreciado y vivido por él que por mí. La evidencia que me surge de nuestra reunión amistosa es claramente confor- 97

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz