BCCCAP00000000000000000000550

Pero, una vez, cierta voz le había susurrado: «Hermano, esas manos han sido hechas para orar.» Sin duda que Dorothy es una de esas almas líricas y soledosas y, por con– siguiente, sofiadoras que no raramente se dan por aquí. Les suele gustar San Francisco, la naturaleza y los animales. Iba yo con frecuencia al Bronx, por estar allí hospitalizado un amigo espafiol. El Bronx es una especie de multiplicado Cuatro Caminos de Madrid, con mucha más gente e infinidad de tiendas y bares que dicen ser latinoamericanos. Abundan también los negros. Es un conglomerado humano enternecedor, que sugiere la idea de que luchan a brazo partido con la aglomeración, el trabajo, la alegría de vivir, la diversión, quizá también la afioranza de cosas muy antiguas y remotas. La gente del centro teme ir por allí, anochecido. Bandas de muchachos se dedican a cometer tropelías. Un guardia me decía que hasta ellos tienen miedo de tales salvajadas. Y un sobrecargo de un barco chileno dice que por allí de noche no va él, a no ser en coche, y rápido. Sin embargo, cuando yo veo este barrio, que es hacia las nueve de la mafiana, los obreros están en sus trabajos, los nifios, todavía en vacaciones, se amontonan en los cercados o campos de juegos en torno a las escuelas y capillas; e infinidad de muchachas y amas de casa, casi toda ella gente de color, va serenamente a sus compras o faenas. Se oye mucho espafiol tropical. Abundan las capillas de ritos católicos y de protestantes. En la breve escalinata de una de estas capillas, varias familias negras, ador– nadas estruendosamente en sombreros y trajes, amarillos y rojos y verdes intensos esperan la salida de los novios, que acaban de casarse. Alguien me dice: «Aquí casi todos los negros son bautistas.» Por las mejores calles de Nueva York se ven negros arrastrando grandes percheros y cajones con ruedas en los que llevan prendas de saldo. Resulta un poco macabro ver a dos negros arrastrando uno de estos per– cheros llenos de ropa de luto urgente o para la reventa. El «New York Convention and Visitors Bureau» publicó una lista de tiendas con los anuncios más expresivos. El consumidor sin darse cuenta queda prendido en el encanto que fluye de las palabras. He aquí algunos ejemplos: El gigantesco almacén Macy's expresa así lo que contiene su universo: «Macy's tiene de todo: desde patatas saladas para llevar a casa hasta pá– jaros que hablan.» El City Salon se anuncia: «El hálito de París en el cora– zón del Rockefeller Center.» La famosa librería Brentano's Inc., pregona: «Los mejores libros más vendidos.» La bombonería Barricini Candy Shops: «Las mejores miniaturas del mundo. Con toda cortesía se le ayudará a en– cotrar el más dulce regalo para su más dulce amistad.» El Delicacy Super– market: «Usted puede escoger entre dos mil sensacionales bocados del mun– do pertenecientes a veintiocho países.» Hay tiendas que presumen de antiguas, es decir, de antes de la In– dependencia. Un Drug-Store, el Caswell, Massey Co. Ltd., alardea: «La 87

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz