BCCCAP00000000000000000000550

cuencia caricaturas alegres y bien intencionadas sobre la vida en los conven– tos y parroquias. El Hermano Sebastián, y el Hermano Junípero aparecen normalmente en la prensa con humor franciscano, no exento de cierta ironía monacal. Dorothy retrata a un capuchino, según recuerda: Estaba yo-dice-la otra tarde en la portería de los Capuchinos para un asunto, llegúe minutos antes. Mientras esperaba en el recibidor, me puse a hojear un número de su revista. Me llamó la atención una nota: «Si Vd tiene la amabilidad de querer darnos su primera impresión de su encuentro con un sacerdote capuchino, sería para nosotros un placer oírselo a Vd o que nos dejase un breve escrito sobre ello.» Dos años atrás vi por primera vez al Capuchino que iba a visitar ahora, y no puedo olvidar aquella mi primera impresión. Fue tan fuerte la impresión que me produjo, que con frecuencia me venía a la mente cuando me retiraba por la noche. Hice una imagen mental de su rostro y de sus manos. Algo me urgía a hacer su retrato. Tomé la pluma. Instantáneos salieron estos versos que llevaron a la vida aquel mi retrato mental 86 El Rostro: Miré el r0stro que tenía delante de mí. Era joven aún. Sus ojos tenían una sabiduría sin edad, una expresión inolvidable. Había humor y cálido encanto. Su rostro parecía decir: «La vida es buena.» ¡Qué rápidamente se transformaba en compasión, si un penitente se arrodillaba para confesarse! ¡Qué gentilmente sabía reprender, aunque la austeridad no desaparecía nunca! Aconseja al rico y al pobre; el alto y el bajo venían a este varón de Dios, ocupado sólo en los asuntos del Padre celestial, y los acogía sin rechazar a nadie. La sinceridad, el amor, la devoción-y también la fuerza-se podían ver en aquel rostro. Pero en el fondo de todo ello quedaba siempre la sencilla humildad. Las Manos: Las manos eran como de artista que se dispone a pintar la belleza en un lienzo. O como las de un esgrimidor que para y finta. El tacto fino y seguro de las manos del cirujano estaban en aquellas manos; y hubieran valido para tratar el cuerpo humano del hombre y aliviarle de sus males. Eran las manos sutiles, afiladas del universitario. Eran también un regalo para la música.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz