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He ahí lo místico, en parte. Pero no del todo y prosigue: No acostumbréis a estrujar la tiniebla, para hacer que las respuestas broten de ella. Lo que si debemos aprender es a tener una paciencia interior más profunda; y las cosas se resolverán por sí mismas, o Dios las resolverá, si lo preferís. Pero no estéis a la expectativa de cómo lo hará. Unicamente aprende a esperar, y a hacer lo que puedas y ayuda a otra gente. Frecuentemente el ayudar a otro es la mejor manera de sobrellevar nuestra tur– bación. Todo hombre desmadeja su misterio, y Merton se nos muestra en un momento de su labor. Sus disgustos procedieron de miembros de su misma orden, por críticas, juicios, censura, que humanamente le irritaban, quizá porque surgían normales en todas las comunidades y dentro de la vida religiosa, más por inevitables a la condición humana, que por insana inten– ción. Alguna vez sintió el atractivo del eremitismo y pidió permiso para retirarse a la parte boscosa del monasterio. Algunos de la comunidad desbarataron la idea y decían que: Aquello era más bien aventurero y con– siderar el monasterio como «una clerical Isla del Diablo». Merton vivió contento con su alma; y se le dio el espacio que necesitaba, tanto físico como espritiual. Thomas Merton alcanza su fama en 1948 con su libro «Seven Story Mountain». Se refiere a su conversión. Veinte afios más tarde él mismo veía así su libro, juzgando que su biografía había alimentado «el apetito» de teatralidad de América. Merton dijo a un entrevistador: Dejé atrás hace mucho mi libro. Es un libro juvenil, demasiado simple en muchos aspectos, demasiado verde, inmaduro. Todo está en blanco y negro, en tajante división y simplificación entre natural y sobrenatural: Dios y el mundo, lo sagrado y lo secular, con unas líneas !imitadoras evidentes. Desde entonces he ad– quirido algunas experiencias, pienso, y he leído unas pocas cosas. He tratado a otra gente con otros problemas. La vida no es tan simple como en «Seven Story Mountain». Desgraciadamente, el libro fue un bestseller y vino y quedó en una especie de leyenda edificante o algo parecido. Eso es un destino terrible. Estoy lo mejor que puedo, pero no es mucho. Parte de ese «to live it down» lanzó a Merton en ideales situaciones o cuestiones sociales, que le ayudaron a cumplir: «de hacer de mi vida entera un rechazo, una protesta contra los crímenes e injusticias de la guerra y de la tiranía política». Deplorar la guerra no significa nada, a menos que se examine la men– talidad de la violencia. Lo más triste es que es considera prudente y 761

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