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y entró trapista silencioso en el Monasterio de Getsemanl en Bardstown, Kentucky, en 1941. El padre de Merton era Neozelandés, su madre Americana. Su educación se hizo y redondeó con inmensas lecturas y viajes incluido un noviciado interrumpido en los Franciscanos y un período de servicio con la institución Friendship House (fundada por Catherine de Hueck en Harlem durante 1930), lo que le encendió en su conciencia las lecciones sobre la opresión blanca sobre los negros y los profundos sufrimientos de éstos. Entre sus últimas obras están Conjectures of a Guilty Bystander (1966); Mystics and Zen Masters (1967) y Contemplative Prayer (196 ) ésta póstuma? Para juzgar a un autor tan pródigo en sus escritos y de campo tan amplio se necesita tiempo, estudio y perspectiva. Fue un maestro del espíritu, en la tradición de San Juan de la Cruz y de Ruysbrock, que con– sidera la religión mucho más allá de la devoción o piedad y sus ejercicios. Fue un poeta reconocido de cuyos versos o poemas decía Mark Van Doren: Todos los sentidos trabajan o actúan juntos para el mismo fin: el dejar que las cosas se declaren por sí mismas. Su cristicismo social se basó en el pacifismo y en la idea de que el retor– no al paraíso es inminente solo con que el mundo deje de lado la forma americana y se libre o supere su poderío. Sus esfuerzos se concentraron en los derechos civiles y en los movimientos antibelicistas. Sin embargo existe la evidencia de que Merton no se fragmentó por tener varias vocaciones dentro de su vocación. Su yo existía y Dios existe; y el punto de vivir fue que se acrecentase la proximidad de los dos. Esto era lo principal para uno como él que había cambiado radicalmente sus modos de vida: el haber enriquecido su juventud en la sofisticada universidad de Co– lumbia y convertirse luego en miembro de la Orden más severamente disciplinada de la Iglesia. 760 En una carta navideñ.a a unos amigos en 1966 testificaba que: «el corazón puede estar lleno de mucha pena, dolor incluso cuando las cosas van muy bien. Todo se hace más difícil porque hoy acostumbramos a pensar que hay explicación para todo. Pero es que no hay explicación de lo que ocurre en nuestro cora– zón, y no podemos intentar resolverlo. No dan resultado ninguna clase de tranquilizantes mentales que a veces ofrece la misma religión. La fe ha de ser más profunda que esto, enraizada en lo desconocido y en el abismo de la oscuridad o tiniebla que es base de nuestro ser.»
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