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Bangkok, al tocar un cable averiado de un ventilador del aire acondi– cionado. Estaba en Asia para visitar a autoridades del misticismo oriental con las que mantenía correspondencia hacia afios. Su viaje no era un salirse de la jaula. Merton había pasado afias, por ejemplo, meditando, reflexio– nando en los dichos y parábolas de Ghuang Tau, el sabio taoista que vivió en tiempo de Platón. El interés de Merton por el Zen no era el misticismo de café o té o de tertulia, de moda en América los afios 60, que dura y se despereza todavía. Para empezar, él entendió que la disciplina espiritual del Zen es imposible sin un disciplina moral pareja y simultánea: estricta. En la dualidad: mundo soledad: contemplación compatible en USA, como en ninguna otra situación cultural de la tierra por ser una sociedad problemática y múltiple, es, no solamente posible, sino fácil, espontáneo y necesario que surja el yo más tenaz y libre, luminoso, vibrante: místico. Parece que hubo a quien se le antojó que el caso de Merton implica cierta contradicción. Era el solitario que estuvo 27 afios en el mismo sitio en la búsqueda y tarea de su fin, y se lanza a corretear al otro lado de la tierra, a cerciorarse de nuevas rutas espirituales. -No se ve la contradicción-. Ganó millones de dólares con sus libros, cuyo valor entregó hasta el último penique a su Orden. Celebró y amó su soledad, y sediento buscó la experiencia mística que le llegó más allá de las palabras. Pero las palabras más allá de la clausura no se excluyeron nunca. Le llegaron siempre. Lo llevó y contempló todo como escritor y, precisamente por solitario contemplativo y fruitivo, sentidor del universo, de Dios y sus criaturas y de la intercomunicación en– tre estos seres. Se realizó en su tierra y horizontes universales de Estados Unidos. Escribió en su diario: «The Sign of Jorras», que «hubiera querido más esparcir abono en la granja del monasterio que estar sentado delante de la máquina de escribir». Su producción 50 libros, 250 artículos y rlos de cartas mereció lo que de él dice Frederick Kelley, en uno de los mejores escritos sobre Merton. «Man Before God»: «No hay comentador social en los tiempos modernos que haya combinado tan profunda contemplación y visión de la realidad y tan amplio campo de temas por tan largo tiempo como lo hizo Thomas Merton». (Notas de A Religious History Of The American People, II, pag. 577 SS.) «Pero el americano que trajo la tradición mística a su plena expresión de una manera que ganó la atención de jóvenes y viejos igualmente y que ir– rumpió en los afios 1960 con fuerza sorprendente fue Thomas Merton (1915-68). Nacido en Francia de padres artistas, educado en Francia, en Cambridge y en la Columbia University, se convirtió al catolicismo en 1938 759

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