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Así es como, tanto en la clandestinidad como en las asambleas familiares y públicas, abismados, aislados o reunidos, con o sin fin ex– presamente religioso, se expresan sus «espirituales» como el famoso «Steal Away With Jesus»: Mi Señor, El me llama, El me llama con relámpagos y truenos. La trompeta suena dentro de mi alma. Y no voy a estar más aquí. ¡Robadme, robadme robadme hacia Jesús! Robadme, robadme de esta morada. No voy a estar más aquí. Revientan los sepulcros; los pobres pecadores tiemblan; la trompeta suena en el fondo de mi alma. No voy a estar más aquí. En realidad, este espléndido terror era la expresión de una espiritualidad medieval, puritana, ignaciana y ligoriana, propia de los ascetas cristianos de antiguo y de los libros espirituales y de devoción muy próximos a nuestros tiempos, aún vigentes en Estados Unidos. Pueden verse folletos y anuncios de sermones y servicios religiosos con temas de urgentes llamamientos de Dios e inminencia de las clásicas postrimerías: muerte, juicio, infierno y gloria. La originalidad de la persona de color está en la in– tensidad de su pasión lírica y dramática, en sus manifestaciones culturales públicas y privadas. Actualiza y simultanea fe, sentimientos, esperanzas y entrega como si tomara al pie de la letra la advertencia de la última novela publicada de Camus «The Fall»: «No aguardes al Juicio Final. Está sucediendo a diario». Sobre lo cual pensaba Kafka: «Solo nuestro concepto del tiempo nos da la posibilidad de hablar del Juicio Final con tal nombre: de hecho es un tribunal en sesión permanente». Por lo demás, la plegaria, el ritmo, la música, la acción y el movimien– to, hasta el ademán y el aliento se intensifican con reiteración como los éx– tasis y las pasiones, como sucede en el salmo o espiritual anónimo «Were you there they crucified my Lord?»: ¿Estabas tú allí cuando crucificaron a mi Señor? ¿Estabas tú allí cuando crucificaron a mi Señor? ¡Oh! a veces eso me hace temblar, temblar. 753

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