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Existe, naturalmente, una invitación a «hacer el loco». ¿Por qué no usted?. En realidad todos los que vamos aquí hemos hecho el loco varias veces. Entre otras, en las siguientes: l ª: Cuando soñamos por primera vez venir a USA. 2 ª: Cuando se ha repetido la ida dos y tres veces. 3ª: Cuando uno se ha quedado en USA. 4 ª: Cuando uno no se quedó en él. 5ª: La quinta, nunca se sabe. Todo USA es una exhibición de sombreros. No es extraño que en sus barcos se organice alguna de ellas. Una señora negra se ha hecho uno -un sombrero- en negro y blanco, -sin duda por aquello de la an– tisegregación- que es una maravilla parisién de la mejor época. El más sen– timental es el de una turista.que ha estado en Málaga. Es un sombrero todo de rosas rojas y amarillas. Ganará seguramente un sombrero, montado sobre un casquete blanco, de tenedores, cucharas y copas de plástico. Desde el barco es hermoso y dotado de una especial realiad divina hacer el Viacrucis en medio del Océano, contemplando las 14 estaciones en torno al horizonte circular; y hacer meditación y unirse a tantos templos en los más diversos puntos de la tierra invisible y junto a tantas almas que oran en ellos. Todos nos hacemos, -nos comprobamos- más espirituales. Acaso nada más que espirituales. Desvariando, se recuerda una navidad cualquiera. Y, si por desgracia, pasa de vacío nos eriza el alma un escalofrío. Alguien que no pudo; acaso enfermó. Pero Dios no falla: ¡de nuevo nació! El hecho de que un transatlántico de 30.000 toneladas, todo resplande– ciente de blancura, aireacondicionado, con tres piscinas, y más de 200 camareros pueda hacer las mismas cosas que la chalupa de Chomín en el rompeolas de Santurce un día de galerna, es ciertamente algo que merece vivirse y sobrevivirse. Un diálogo: -Yo soy sacerdote. -Yo, ateo. O no sé qué. -Yo tengo fe. -Yo, nada. -Yo amo a Dios y a las almas. -Yo, diría lo contrario. O ni siquiera: yo odio. ¡Qué diferentes! -¡Pero somos hombres! 748

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