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con ojos apacibles y desapasionados entre los ángeles de la muerte -ángeles muertos- el inmortal Sandalphon escucha, sin alentar el sonido que sube de aquí abajo. De los espíritus que en la tierra adoran: de las almas que suplican con el fervor y la pasión de sus plegarias; de los corazones quebrantados por la frustración, y llevan arrastrando sus cruces difíciles de llevar por los mortales. Firme él, reúne las plegarias, y sus manos las cambian en flores, las engarza en guirnaldas rosadas y púrpura, y las cuelga del gran arco del pórtico, en las arcadas de las calles de la Ciudad Inmortal, inundándola de fragancia. Sé que no es más que una leyenda, lo sé; una fábula, una fantasía, una imagen espectacular de la antigua doctrina rabínica y de la vieja tradición medioeval esta bella y extraña encantación. Pero me obsesiona y me sostiene. Cuando miro desde mi ventana a la noche, y arriba el firmamento lejano relumbra, en medio de su majestad misteriosa está erguido Sandalphon, el ángel, extendiendo sus alas hasta fronteras nebulosas. Y la leyenda es parte, -lo percibo-, es parte de los hambrientos y sedientos del corazón, del frenesí y del fuego del cerebro, del asirse a la fruta prohibida a las doradas manzanas-granadas -pomme-granates- del Edén, para aquietar la fiebre y el dolor. ESPIRITUAL NUEVA ORLEANS Vengo a decirte, oh Cristo que Te adoro y Te amo por ser hermoso y bueno y mi delirio santo. Porque cuando Tú llegas a mi perdida selva, 743

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