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horas. Blanca se sabe detestada, calumniada y, a la vez, deseada por Stanley. Está ansiosa por el ambiente del barrio, donde vive su hermana. Se ve a sí misma pueril e inconsecuente, ante la brutalidad de Stanley. Blanca dice a Stanley para justificar su nerviosismo y sus baños: Tú, polaco, en plena salud, sin nervios en tu cuerpo, desde luego, no sabes lo que es la ansiedad ... Replica Stanley: Yo no soy polaco. La gente de Polonia son «poles». Lo que yo soy es un americano cien por cien. Nacido y crecido en el país más grande de la tierra. Me enorgullezco infernalmente de ello. Por consiguiente, no me vuelvas a llamar polaco. Mientras lleva a Stella al hospital, a dar a luz a su hijo, que se retrasa, Stanley acosa a Blanca. Micht la desprecia. Una vendedora de flores, ¡flores! ¡flores, para los muertos! (en español en el original). Es una me– jicana ciega. Se las ofrece a Blanca. Dice Tennessee que la clase humilde mejicana se prodiga en funerales y otras ocasiones festivas.>> «the Iower cla\s Mexicans display at funerals and other fesrive ocasions». Las flores y el tranvía son presagio.Micht desdeña a Blanca, de cuyas calumnias sobre ella las cree. Histeria, locura y rendición ante el ataque final de Stanley y de su humillación postrera: la locura, caída en la trampa, por maestra, soltera, romántica, histérica y por venir en un tranvía llamado deseo ... Parece que aquel anochecer, llegó el colector de suscripciones. Un joven. ¿Le puedo ayudar en algo? Hago una colecta para The Evening Srar, -Estrella de la tarde-. Cerca de allí está el capellán de la calle Bourbon. ¿Quiere un trago? --·- No señora, gracias. No puedo beber mientras trabajo. - No soy el ama de la casa. He venido de Mississippi a ver a mi hermana. ¿Quiere darme luz?. Son ya las siete cincuenta de la tarde. ¿No le gustan a usted, joven, estas lluviosas tardes de Nueva Orleans, cuando una hora es solo una hora, y a la vez, un trozo de eternidad que nos cae entre las manos? ¿Qué es lo que suena ahora?. Ahora no es el tranvía; es un autobús que se acerca al tranvía, en su andamiento al lado del Mercado Francés para que lo revisen venticinco turistas de Ohio. Se oyen palabras sueltas: 740 «Es un sobreviviente de la Edad de Piedra. ¡Dios mío!. Quizá es tamos muy lejos de haber sido hechos a imagen de Dios».

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