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católico de Nueva Orleans, uno y otro usan alternativamente las mismas aulas para la ensefianza y algunos ritos litúrgicos. La impronta francesa en esta ciudad se pone de manifiesto también en «la Hora bautista» que lleva el P. Rev. Elie Woerner y que atrae regularmente a unos 160.000 «acadianos» e incluso a Católicos que hablan francés. Prácticamente se dan confusionismos y equívocos en las conductas de baptistas y católicos sin que en rigor se pueda hablar de auténtico ecumenismo ni de proselitismos calculados. Recientemente en la Univer– sidad católica de Loyola, dirigida por Jesuitas, se celebrada un acto literario, una de cuyas piezas era un poema titulado «The Mardi Grass Queen» -La Reina del Mardi Grass-. La heroína del poema era una latinoamericana, encandilada por la descripción que sus primas la hacían de los desfiles carnavalescos de las «debutantes» en Nueva Orleans, que se vino a la ciudad a lograr novio. Sufrió el desencanto de comprobar que en Nueva Orleans «las cosas no son lo que parecen». Por ingenua, le sorprendió que en religión ocurriera algo parecido, ante la variedad y mezcla de las confe– siones. Ello origina que 40.000 Baptistas escuchan un programa religioso con una audiencia predominantemente católica, puesto que Elie Woerner es ministro Baptista. ¿Por qué le escuchan los católicos? Porque predica en francés, porque se limita al Evangelio, parece no intentar convertir, y por otras causas que sus mismos oyentes no pueden precisar. Alguien dice por la misma razón que el «French Marquet» no es en realidad francés; ni los católicos y baptistas son puramente una u otra cosa. Consideran los orleanos que esta su ciudad ofrece contrastes entre la apariencia y la realidad y que esto se percibe en cada uno de sus institu– ciones y monumentos, y habría que afiadir entre sus templanzas y sus ex– cesos. Probablemente una de las explicaciones es su coexistencia y la amalgama entre sus diferentes y siempre entrañables culturas. Ejemplo puede ser el referido y tan representativo «French Mark». El visitante curioso suele preguntar: «¿Por qué se llama Mercado Francés?». Desde luego la respuesta lógica es que su estructura y también sus campesinos, granjeros y concurrentes eran franceses y, según algunos, también el edificio actual. Aún hoy mismo el mercado, su aprovisionamiento, los puestos, sus patrocinadores y sus clientes siguen siendo descendientes de aquellos franceses. Pero los nativos, alguno~ al menos, de Nueva Orleans dan una respuesta ilógica, que tiene su sentido: «Se le llama «Mercado Francés» y es edificio español, en el que los italianos venden frutas y hortalizas a los alemanes y toda clase de gente de buen gusto». Históricamente el Barrio Francés -French Quarter- fundado en 1718, excepto el famoso «Convento de las Ursulinas», fue destruído por el incendio de 1788 y reedificado por los Españoles, que rigieron la ciudad in- 731

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