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perturbación potencial había sido contenida. «¿Qué hizo usted durante el tiempo de dificultades?» podrá preguntar algún futuro estudiante de Yale a los actuales, y la respuesta será una historia: «Yo sobreviví». «Uno debe preguntar: «¿Superviviencia para que?» No por si misma, sino para la vida mental y la fruición de todo el ser. La universidad no puede ser ya un sitio tranquilo, en el viejo sentido de proteger a los eruditos de las tormentas del mundo. Pero puede serlo en el sentido de mantener in– tactos los libros contra los que quieren quemarlos y mantener en marcha ideas honestas y valerosas, cualesquiera que sean los enemigos». Cuando se habla del semidesdén con que un número de graduados en varias universidades han tomado sus grados, uno mira a su alredodor en esa ceremonia y ve la ansiedad de los padres y familiares. Recuerdo mi propia graduación y la expresión en los rostros de mis padres. He visto la misma expresión en universidades donde la mayoría de los graduados son una primera generación que va a la universidad. Esto es lo que significan las graduaciones, la memoria de diversos pasados, la reverencia por lo que la vida de la mente puede ser y hacer, el sentido de maravilla ante un futuro que no puede imaginarse. Cada vez que he visto graduarse a mis hijos o he hablado como invitado a una graduación, he sentido algo de reverente pavor acerca de la confluencia de padres e hijos y también una ligera sensación de desesperación acerca de la distancia -tal vez imposible de vencer- entre ellos. Lo que echo de menos en la mayoría de las graduaciones hoy, como en la mayoría de las universidades, es el sentido de dirección, al que la vieja generación ha renunciado y que los jóvenes no pueden hallar por sí mismos. Tal vez el día de las universidades se está acercando a su fin. Tal vez alguna comuna todavía informe la reemplazará algún día y regresaremos allí de donde vinimos, con Platón caminando en la alameda con sus discípulos, o Abelardo reuniendo a los jóvenes estudiantes a su rededor. ECUMENISMO DE BAPTISTAS Y CATOLICOS En Nueva Orleans, como en otras ciudades del Sur, coexisten Baptistas y Católicos y tienden a un ecumenismo ponderado y sincero. En todo caso cortés y fraterno. En el Sur los Baptistas tienen fuerte arraigo. El reverendo Driscoll, uno de sus pastores, participa entusiásticamente en una llamada «Operación de entendimiento». Promueve contactos e invita a sacerdotes y feligreses católicos, aunque mantiene que la diferencia básica entre Bap– tistas y Católicas consiste en el grado en que unos y otros «siguen más de cerca» la Biblia. Los primeros parecen, hasta ahora, estar en ventaja. Pero reconoce que ha observado entre todos los cristianos que cada vez se ac– tualiza más la Biblia. Y concluye que así «todos nos queremos más y más nos entenderemos». Está en buenas relaciones con el P. Byrnes, rector de la parroquia católica de St. Jerónimo y, con la anuencia del Arzobispo 730

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