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Agregó que no tuvo forma de determinar si los adultos meditaban sobre los problemas sociales con la misma frecuencia con que lo hicieron cuando eran jóvenes, como lo son sus hijos ahora. Otro ejemplo: ocio y trabajo: alternativa ideal. Una ciudad como Nueva Orleans da tiempo para pasear divagando, entre fantasías y meditación. Una más es la que versa sobre trabajo y ocio. Según uno de los capítulos, el 10, sobre «El obrero feliz alienado» del libro «Mass Culture» -1977- dedicado al arte y los medios, un sicólogo industrial expone algo extraño. Según este «industrial» el trabajo es un entretenimiento afanoso y placentero para poder vivir y aguantar mejor el ocio, la vida real del golf, de la pesca, de la contemplación, del arte y otras diversiones. Afor– tunadamente no escasean las personas que hacen de su trabajo placer sosegante previo, más quizá que las que se entregan a la «diversión» con ahínco. Los medios de comunicación y los «hobbies» que, ahora están en su inicio, son ya uno de los mayores intereses de la sociedad. Hace una década ante el Bicentenario, en aquellas circunstancias y per– sonajes, McCarthy, con su «caza de brujas», Eisenhower, Nixon, Agnew, Vietnam, Johnson, «Hippies» la cuestión era Orden y Libertad, Ley y Orden. Las cuestiones persisten. Las generaciones marchan hacia el olvido, el futuro y el suefio, enfriamiento y llamas, tensión y detentes. Se contempla la ciudad, el país, sus hombres y sus mujeres, sus ocios y su esfuerzo. Y la calma activa y armoniosa surgen doquiera. Los individuos viven sus vidas en privado necesariamente. La procesión no va por dentro. Se queda en especulación, juego maquinal de políticas arbitrarias y convencionales, como juguetes, ideas y tormentas que se dan por añadidura. Libertad y servidum– bre siguen indisolublemente unidas y confundidas. Aletean presagios ominosos. Suenan muchos patriotismos, hermanos de la guerra. Triste y ambigua verdad: «Nación que no lucha muere». Así la ha aceptado de nuevo Estados Unidos. «Cu·ando sus hombres no quieren luchar, esa nación ha comenzado a morir». (Jim Bishop). «La agonía del patriota consiste en que debe llevar voluntariamente un uniforme, echarse al hombre un fusil y estar dispuesto a arriesgar la muerte a manos de un extranjero que lucha por una filosofía extranjera, diferente». Se ha tratado de rescatar a los 40 mil desertores de la guerra del Vietnam. Escondieron su amargura en Suecia, Argelia, Canadá, o pequefios pueblos a lo largo de EE.UU . Los 53 mil soldados muertos en la guerra yacen sin llanto en sus cajas. Como americanos nos arrogan el derecho del desacuerdo interno, pero cuando somos llamados a nuevas guerras, buenas o malas, entonces somos los Estados Unidos. No es consuelo, justificación, ni impiedad llamar a los desertores «los veteranos autorretirados». El tiempo no importa. Dice Jim Bishop- pienso en ellos como «Slackers Anonimous» -«Cobardes Anónimos»-, holgazanes. Aplaudí al Presidente cuando dijo: «¡Nunca, nunca más!. 726

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