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mas bien la implican. El americano se interesa en gran parte en el divertimiento, el ocio fruitivo, y Nueva Orleans es una de esas ciudades aptas para plantearse esa búsqueda y quiere hacerlo con cierto aire deportivo. No en vano Louisiana es El Estado, «Paraíso de los deportistas», no sin cierta ironía. Sin em– bargo, ya se comienza a advertir, también en esta ciudad, que jamás en la historia, el ocio y la recreación han obtenido tal grado de alegria como hoy en Estados Unidos, a la vez que, extrañamente, el aburrimiento es general, aunque ello parezca una broma y un absurdo. Los americanos gastan tiempo y dinero en actividades de ocio más que cualquier otro pueblo. Y comienza a preguntarse: ¿Merece ello la pena?. Mientras la boga de este criticismo sobre la búsqueda de la felicidad en diversiones y juegos, millones de gente se vuelven a placeres y diversiones de tiempos pasados, tales como la esbeltez física y el arte de aprender. La gente respetable se centraba en diversiones modestas, música y bailes entre familias, meriendas comunitarias de feligresía y partidas de juego. Todo cambió con la llegada del automóvil, la televisión y los demás inventos de este siglo, hasta convertir el ocio y la diversión en inmensos negocios, desde vitrolas a golf en miniatura, Hula Hops, «minibikes», supercampeonatos, y viajes supersónicos de fin de semana a París. Se han creado para el ocio y la recreación asociaciones de estudio en relación con la Sociedad de Naciones; recientes universidades y colegios se dedican a la graduación de organizadores de la sociedad que se divierte. El corazón de la comunidad la forman sus diversiones. Consultores, tales como la Doctora Patricia Ed– ward de Los Angeles, dicen que sus clientes y alumnos van desde muchachos de colegio hasta ciudadanos retirados. Si la vida es demasiado vacía o demasiado llena no lo saben de fijo. Los más piensan que lo mejor es «salirse» de esa vida. No son pocos los que buscan su diversión u ocio según el lema: «Descanse usted cambiando de ocupación». El bricolage, los «hobbies», fines de semana con amigos y comunidad, cualquier forma de irse, salir del ambiente diario, espectáculo públicos, competiciones deportivas, aseo, reparación de casa y utensilios, y, algo muy americano, recreaciones y par– ticipación en la vida social de su respectiva iglesia. El aburrimiento no acaba, a pesar de los que optan por las artes, la educación continua, o, sen– cillamente, tumbarse en la hamaca o sofá para ver televisión, leer o «pen– sar», que para muchos, no es el deporte menos exento de riesgos. El excep– ticismo educativo llega a poner en tela de juicio los valores educativos del Disneyland en California, y el Walt Disney World en Florida, con su último asombro el electronico Epco. Por el año 1781 franceses inmigrantes del Norte, de Nueva Escocia fun– daron en Nueva Orleans un barrio que retiene su nombre de Barrio Francés 714

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