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floreadas les hacen parecer plazas de toros con los palcos rebosantes y en– domingados en perenne festival incruento, de farolillos y serpentinas. Pare– jas jubilares, recientes matrimonios e imprevisibles enamoramientos que siguen palpitando con el ritmo consagrado por la tradición y que ha hecho su templo aquí, con sucursales en las «bases yanquis» por toda la tierra. Se consagra clásico el caliente jazz de Nueva Orleans a o desde el pacífico medio oeste, -Midwest-, a golpe de «claro de lunas y música embru– jada». Música para enamorados, no muy sofisticados, la melodía se adormece, al deslizarse el barco sobre la majestad rendida del río. Sus ex– cursiones no dejan nunca el cauce. Se intentó que saliera al mar, al Golfo de Méjico. A las ocho millas, se comprobó que su quilla aplanada no era apta para el mar. Esta Feria de la música del color se resiste a salir de su ciudad, desde que aceptó y se acostumbró que se entrenó con otras grandes naves festivas que le vinieron de Cinncinnati y de St. Louis. Hubo un barco, el «Capitol», que muchos viejos orlininos recuerdan que navegó por la paz del río de 1920 a 1943, y en él tocó y cantó Louis Armstrong, 1900-1971, en su orquesta, época en la que abundaban dignatarios, gentes del ejército y convencionistas. En 1918 el capitán Verne, mientras trabajaba en sus excursiones, oyó hablar de las extraordinarias condiciones de Louis Armstrong y logró incorporarlo a la banda del barco. Las leyes y costumbres entonces, de la segregación, fueron un reparo para el gran músico, quien por otra parte no había intervenido ante auditorios blancos y tenía algún miedo de actuar. Verne logró convencerle, tras una visita a la nave y su ambiente. Armstrong accedió y durante tres años actuó para los viajeros y público excursionista, hasta que desde Chicago le hicieron propuestas que no pudo rehusar y lo elevaron a la fama con sus melodías, roncas y delicadas a la vez. Además de su arte, queda el recuerdo del pañuelo blanco con el que enjugaba el sudor. DATOS El pelícano es su ave estatal, fábula delicada de amor tan grande que alimenta a los suyos, queridos y enamorados, con la propia sangre, luego de desgarrar su propio corazón. Sintiéronse descubiertos estos horizontes por Francisco de Garay, quien probablemente entró y remontó parte del río y tierras, hacia agosto. 1519. Ventitrés años después, vagaban por aqui algunos supervivientes de la expedición de Domingo De Soto, en su viaje a la ciudad mejicana de Panuco. Colonización francesa comenzó con el francés Sieur Robert Cavelier de la Salle (l 643-1687) descendió por el Mississippi y tomó posesión del valle en nombre de Luis XIV, y lo llamó Louisiana. Los resultados no fueron venturosos hasta que en 1699 Sieur lberville construye el fuerte de Biloxi. 711

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