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Contempla las albas del sol con la gloria reciente que se estrena cada día; el crepúsculo y su oscuridad graduada, y la esperanza en los rostros humanos y sus signos. Fue suya la juventud, y la primaver y la música en los árboles. Fue suya la vida, el brillo del sol y el zumbido de las abejas. Su alegría estuvo en curar corazo– nes. Anduvo por sendas comunes. Las calles de las ciudad las paseó. Su corazón era la belleza, la belleza nacida de Dios. América está entre los suefios predilectos de Dios. Suefios son estos, pero son suefios de Dios. ¿Los vamos a desdefiar? Los hombres han de amarse unos a otros; los blancos han de llamar hermanos a los negros; la codicia debe desaparecer de los negocios; la imprudencia debe dejar paso al amor por la raza; el hombre debe ir al encuentro de Dios cara a cara. Todo esto son suefios, ¿Pero hemos de despreciar los suefios de Dios? Son suefios destinados a ser suefios del hombre. ¿Hemos de decirlos que no, cuando nos están reclamando? Que los hombres cesen de odiarse; hay que acabar pronto con la guerra; la vanagloria de reyes y sefiores deben desaparecer; el afán de dominio, esfumarse; y prevalecer el amor de la humanidad. Son suefios, sí todos ellos, pero han de seguir siéndolo por eso mismo. ¡Suefios de Dios! (Thomas Curtís Clarck) Cristo así se manifiesta, en estas alturas y profundidades del espíritu del hombre cristiano, como «suefio» encarnado de Dios, belleza total divina y humana. Y esto en virtud de actitudes múltiples, específicamente teológicas y estéticas. Según Karl Barth, el teólogo puede pensar y actuar «políticamente». El teólogo no flota como un angelito sobre la tierra. Se le plantean constante– mente cuestiones que le urgen a pensar, opinar, decidir su posición y la de otros, a una función humana, intelectual, moral y eclesiástica. Tanto el teólogo como el laico son pueblo, pueblo de Dios, desde luego. Lo que es Cristo es Dios manifestado, revelado. Anecdóticamente para Barth y para todo hombre, Dios es belleza, sentida en Cristo. Le preguntaban, ante su afición a Mozart: ¿Qué oye usted en Mozart? Contestó: 702

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