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damente se consigue calar en la propia religión». (J .A. Cuttat en su obra: Rencontre des Religions. Aubier, París, 1957) Todo el campo religioso norteamericano hay que contemplarlo a la luz de esta regla en su linea, pues analogías y contrastes, semejanzas y oposi– ciones religiosas se traman y conviven en el país y en el alma nacional e in– dividual. De esta manera, al cantar su himno religioso a la «América Bella», entonan el elogio universal de su carácter y virtudes. SUEÑOS DE DIOS América primero. ¡América primero! no solo en lo material, sino en las cosas del espíritu. No meramente en la ciencia, invención, motores y rascacielos; sino en ideales, principios e imagen. No solo en la firme aserción de los derechos; sino en la alegre aceptación de los deberes. No alardeando de su fuerza como un gigante; sino inclinándose a un mundo pobre y herido, como un Buen Samaritano. No en un aislamiento espléndido; sino en generosa cooperación. No en la arrogancia y desdén de otras razas y pueblos, sino en la simpatía, amor y entendimiento. No en oprimir por caminos ensangrentados que terminan inevitablemente en caos y desastre; sino iluminando nuevas sendas, a lo largo de las cuales, Dios lo quiera, otras naciones seguirán hacia la nueva Jerusalén donde ya no habrá guerras. Algún día, una nación tomará ese camino. Tal es el honor que yo contemplo para mi querida América. Y así, en ese espíritu y con estas esperanzas, digo con todo mi corazón y mi alma: ¡América primero! O. Ashton Oldham A la artesanía inspiracional americana le placería decir de su propio ser cristiano, lo que del mismo Cristo: Para él toda vida es belleza. El sol en las colinas, el desvanecerse de las sombras, el zigzagueo de las veredas. El ama la mañana, con el roció en las flores, el atardecer, con sus ocasos, y la lluvia suave y tibia de abril. 701

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