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política dio lugar a muchas y prolongadas luchas, cuyos relatos, defor– mados por la novela o la leyenda, han llegado hasta nosotros. La más encar– nizada resistencia fue puesta por los indios sedentarios del sur. A medida que los teritorios del oeste tuvieron una población suficiente y estable, se fueron incorporando a la Unión con derechos equivalentes a los de los trece primeros. Al promediar el siglo XIX, ya se habían incorporado 17 nuevos estados. La situación social facilitó un extraordinario crecimiento demográfico, impulsó la inmigracion europea y creó una válvula de escape a los conflictos sociales del Este. Además, y ello es muy importante por haber influido fuertemente sobre los caracteres del pueblo norteamericano, se creó en el oeste una sociedad distinta a la del litoral atlántico. Prevalecían en ella como rasgos positivos, la originalidad, el espíritu democrático, la energía, la audacia, el dinamismo, la ingeniosa inventiva y la confianza en el esfuerzo propio. Como rasgos negativos se anotaban el excesivo in– dividualismo, la indisciplina, la excesiva confianza en si mismos, la temeridad, la rudeza, el bajo nivel de cultura y el anti-intelectualismo, y la excesiva preocupación por las cosas materiales. En lo político, esta sociedad despojada de tradiciones aristocráticas desarrolló nuevas tendencias democráticas, que influirían sobre la vida ins– titucional de los estados y de la Unión. También amenazó con romper el equilibrio entre el norte y el sur; la disputa por zonas de influcencia en el oeste derivó con el tiempo en la Guerra de Secesión. No valen demasiado estas simplificaciones por orientadoras que puedan ser. A título de ejemplo «pintoresco», recuérdense datos de la incor– poración de algunos estados: Las Trece Colonias, independientes por el tratado de paz de 1783. Compra de Louisiana, 1803. Compra de la Florida, 1819. Anexión de Texas, 1845. Territorio de Oregón, tratado con Inglaterra, 1846. Otras ce– siones por Méjico. 1848. Compra de Gadsen, 1853. Junto al idealismo, los fervores y complejo de pasiones, rivalidades y afectos, odios y especialmente solidaridad de aquellos expedicionarios, séanos lícito echar una mirada a los enseres, avituallamiento, instrumentos artesanales y menaje y material defensivo que portaba la carreta, carromato o galera que los transportaba. Nos lo enumera Robert Lacou-Gayet, con– temporáneo, en su libro «La vida cotidiana en Estados Unidos». Rumbo al Oeste, la caravana ha abandonado Independence. Observémos la serpentear a través de la pradera. 698 Mujeres, niños, provisiones, herramientas son amontonados en carretas cuyos techos de tela grosera, mantenidos por barras de hierro, tienen casi la forma de una media circunferenica. Aligerada de su cargada, su piso puede ser levantado al paso de los vados. En marcha ordinaria se doblega bajo la carga que debe sostener. En efecto, ha sido necesario prever que durante centenares y centenares de kilómetros no se hallará recurso

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