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empresa». En la parte inferior de este Gran Sello están las tres palabras pro– féticas de Virgilio -en sus Eglogas- «Novus Ordo Soeclorum» -Comien– za ahora el nuevo Orden de los siglos-. Un nuevo orden humano, el hom– bre no iba a ser juzgado por su nacimiento a la subordinación y explotación. Esta revolución americana sería la nueva esperanza de la humanidad. Según los puritanos esta esperanza fue la presunción efectiva de los corazones de muchos asentados pioneros en la remota y fructífera vastedad americana. «Dios favorece nuestras empresas. Nosotros las verificamos en su nombre y por él florecerá y dará frutos ante todas las naciones de la tierra». El ente americano es algo más que el resultado del «melting pot», no será otra sociedad de tantas, es un epítome sustancial de todas las sociedades, con sus elementos obstinadamente intactos. No es una cultura endémica... ni un dumping, ... ni un waster paper basquet... o un trashcan - cesto de basura o desperdicios ... Es una espléndida idea del hado que nos proporciona un laboratorio humano para la manufacturación del «hombre cósmico», -el Hombre Seis Millones y la Mujer Biónica- Bionic Woman. USA es una especie de «interim entre le parochialism... de los estados na– ciones y una sociedad más universal... Estados Unidos es una descripción, no un nombre... una sociedad, vector de un orden humano nuevo, más bien que una nación entre otras naciones ... La revolución USA es quizá el hecho más crucial en la historia moderna -¿lo está siendo?- ese es el peso de la corona principesca que le ha caído sobre su frente. John Adams pro– clamaba: «Yo tengo que estudiar politica y guerra para que mis hijos puedan tener libertad y estudiar matemáticas y filosofía, geografía, historia natural y arquitectura y así den a sus hijos el derecho a estudiar pintura, poesía, música, escultura, tapicería y porcelana artística... » y acaso más tarde o simultáneamente, hippismo, misticimos, y devoción y éxtasis ... Son bien conocidas las extremosidades del sentimiento y de la imagina– ción norteamericanas, las que, por otra parte, son dones que no se les quiere reconocer. He aquí algunos ejemplos, referidos a su Revolución. -Las afir– maciones de la Revolución solo las realizan los soldados en marcha-. El reverendo Samuel Tacher, ministro congregacionista en Concord, Massachussetts, en un sermón, el 4 de julio de 1796, exclamaba: «Americanos, hemos vivido edades en un día. Pirámides de poder sin ley, tarea de siglos, han caído en un momento. La Revolución americana es equivalente a la emancipación de un mundo». Y como tantas veces relum– bra esta definición de la libertad: «Libertad es una emanación pura, original de la gran fuente de la vida». El mismo Arnold Toynbee, contagiado de su entusiasmo por el ente americano, decía en una conferencia, 1961, en la 692

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