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encadenamiento de dos sistemas tiránicos: La Iglesia Romana y la Monar– quía Inglesa». Ya en el célebre manifiesto de Thomas Paine, «Common Sense», promovió la destrucción del «Pater King -del Padre Rey de In– glaterra-, desmitificación muy oportuna». Son comprensibles ciertos grados de hipérbole y aún de sectarismo en épocas independentistas. Se pretende fijar en la historia y en la educación de hoy el hechu trascendente de la «estructuración, el modelaje del hombre nuevo americano». En su alma y nervio está ciertamente el cristianismo, con sus fuerzas modeladoras: como la romana y la ortodoxa, sin olvidar la judía. Ante algunos de sus caracteres negativos, que se hacen patentes en el destino y devenir intensos, pasado y presente de los Estados Unidos, ya Grevecoeur se preguntaba: ¿Es ese el nuevo hombre? Hay que resaltar, en todo caso, como al trío Lockiano: vida, libertad y propiedad, la Declaración norteamericana, añade la búsqueda de la felicidad, no solo como un derecho sino como un fin de buen gobierno, a modo como un cristiano, no para ser feliz de inmediato, sino para servir a Dios, según decían los viejos puritanos y los viejos católicos. HITOS SENTIMENTALES La belleza además de una constelación de ideas, de leyes y de creencias es un complejo de sentimientos que configuran arte y espíritu de la persona. Es decir, que es paisanaje, vivencia compartida, música y verso, anec– dotario, folclore: y momentos menudos representativos. Tales como los siguientes, que añadir a las compilaciones y antologías de cánticos, himnos, plegarias y pensamientos inspiracionales tomados y dedicados a todas las gentes de cualquier origen que siguen haciendo esta nación espléndida. La sencilla felicidad y su prosecución por el trabajo, el ocio, la diver– sión, el juego, el teatro, el circo, las paradas, la arribada del mundo a América ante la estatua de Libertad. Nuestros ojos contemplan la tierra prometida, el llegar a Nueva York. Muchos lloran de alegria. Los que eran devueltos lloran ante la Ellis Island: la «isla de las lágrimas». Muchos recor– darán: Aquí nací de nuevo. En California «cornucopia del mundo». El im– perio mágico del siglo XX, la Meca del Mundo, el Cine y la Televisión. El arte del realismo industrial, América: y de su ternura rural y circense. El intelectual y esteticista: Europa, se expresa muy poco. Siempre tejer y destejer un sueño de ensueños, como las películas del Oeste ¿que nunca fue? ¡Exsurgat Deus! ¡Dios salve al Sur! En la Guerra Civil, himno. Un momento portentoso: I890. El gran encuentro norteamericano con el automóvil. Se empieza a «volar». Las décadas agridulces -bittersweet-: 690

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