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«lost generation,» Hollywood, el jazz y quizá también el charleston. La última condición que resalta Julián Marías es la de que los Estados Unidos no saben mentir bien. Se refiere al campo político internacional. ¿Es acaso impericia diplomática? ¿Maquiavelismo agresivo, o meramente in– genuidad y estupidez de ese país que se llama a sí mismo, en sus diplomáticos, «Nación de borregos»? ¿Es cinismo o mera rusticidad del salvaje Oeste? Quizá algo de todo esto. En definitiva he aquí lo que señala Juliáu Marías: Quiero decir que en esa situación alguna parte han de tener los Estados Unidos; algo hay de malo en su manera de «decir» y «decirse», aunque sea verdad lo que dicen. Porque en todo caso, decir la verdad es una función de comunicación: es decírsela a alguien, y para lograr que haga sus efectos; al decir, hay que tener en cuenta la forma de receptividad del que escucha -o del que no quiere escuchar-. Los americanos ignoran el arte de mentir. Me alegraré plenamente de ello el día que aprendan otra más sutil y delicado: el arte de decir la verdad. El sueño pervive. Refiere Eric Sevareid, el comentarista de televisión: Hace algún tiempo pregunté a un refugiado cubano por qué la mayoría de los cubanos, como él mismo, eligió venir a los Estados Unidos, en vez de ir a algún país de Latinoamérica, donde encontrar la misma lengua y la misma cultura general. ¿Fue la idea de una mayor oportunidad económica?. -No, me dijo. La mayoría de nosotros hubiéramos tenido un tiempo más fácil, mejor, económicamente, en un país latino. Pero nos sen– timos mejor aquí. Nos sentimos como seres humanos. Aquí parece que hay algo universal en este país. Este es un testimonio vivo, no un argumento abstracto, de unos hombres que conocen América en sus huesos y en su «médula. Desde luego, es verdad. El sueño sigue. Asi como la canción de Samuel Francis Smith: Mi país, mi patria, eso eres tú suave tierra de libertad; desde la falda de cada montaña resuena la libertad ... 681

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