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cuello erguido, interminables trenes de mercancías, tuberías pvÜc, u"ª"- 1-'ª' c:u:: Üc:1;i1; <mu us iiéis» ! ¿~era esa nmaa ae 1as cinco de la tarde hacia el hogar, hacia la compañía -y la soledad- de la familia en la casa aislada, el jardín con su césped por cortar o su nieve por levantar a fuerza de pala? ¿Será la per– manencia de esos hombres de negocios vestidos con sus trajes oscuros, sus pequeños sombreros, sus carteras, que se precipitan con el mismo gesto, un año tras otro, hacia los trenes subur– banos o se reúnen con idéntica buena fe en los «lobbies» de los hoteles cada vez que los convoca una convención o una asamblea de su promoción universitaria? ¿Serán las iglesias que ponen una pausa inexorable en la mañana de los domingos, y hacen que todo se aplace para vestirse con calma, acudir par– simoniosamente, escuchar la misa o el servicio, cantar los him– nos y deslizar silenciosamente en los cestillos los sobres que en– cierran cheques? ¿Será la sonrisa de las muchachas que salen cada mañana hacia la vida, decididas a esperar, sin la pretensión -engañoso espejismo- de estar de vuelta? No sé, no sé. Solo veo que en medio de los cambios enormes e in– numerables reaparece el mismo sabor de la vida. Los Estados Unidos, tan distintos, me «saben» lo mismo que en 1951. A veces pienso que cambian tanto todas las cosas para que no cam– bie el país, que nada es «lo mismo» para que este pueda seguir siendo «el mismo». Porque si solo cambiara algo, si solo variaran algunos elementos del conjunto, se produciría una desfiguración. La belleza se sugiere, brota y se organiza por todas partes, algo parecido al «sublime dinámico», a la vastedad y progreso inacabables del mar o del espacio, un juego de almas, máquinas y cosas, que acaso solo un ingenio, un diplomático, un judío germano podría formular con dos palabras que él refiere, en su contexto, a lo que representa América para los otros pueblos: su esperanza y su idealismo. Contemplemos ese contexto: Henry Kissinger -A personal Meaning- Un sentido personal de la grandeza -belleza- de América. El 22 de setiembre de 1973, Henry Kissinger, inmigrante original de Alemania, juró su puesto de Secretario de Estado. Así se convertía en el primer naturalizado americano que lograba tan alto oficio. El Presidente Nixon, al introducir a Kissinger a los invitados, habló de esta distinción, y Kissinger, en su turno, replicó así: 674 Señor Presidente, se ha referido Usted a mi origen. Así, en ver– dad, no hay país en el mundo donde sea ni siquiera concebible, que un hombre de mi origen pudiera estar aquí junto al

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