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calabaza y tenerla para sí, que sentirse rodeado de almohadones de ter– ciopelo. Y nadie como el inefable Emerson: «Cada hombre es único». Independencia y total respeto por el individuo. Independencia y persona son la misma cosa. Eric Sloane a una niña de trece años que le insinuó que eso de llamar «espíritu» al contenido del 76, le sonaba a «ghost»: fantasma. Y él replicó: El que pierde la salud pierde mucho; el que ha perdido un amigo pierde más; pero el que ha perdido espíritu perdió todo. Es ironía y humor del bueno que el «independiente» yanqui, sobre todo si es joven, elude la demagogia y se hace casi místico. Vigilancia (A wareness). La intensa vigilancia o interés por la existencia pro– ducido por la soledad puede ser un deleite estremecedor. Tal lo siente un americano reflexivo. Y también lo asimila cualquier experimentador del paisaje y del modo de existir en tan vasto mundo de tierras e ideas, incluidas las religiosas. La sobrecogedora impresión de «vastedad» no empequeñece, sino agranda las dimensiones del espíritu. Van Wyck Brooaks, visitando New England, en Connecticut, escribió: La soledad está estampada en el rostro de América: se levanta como una exhalación del paisaje de América. Es verdad, acercándose a sus orillas por mar, repasándolas en avión o mezclándose con sus multitudes; sus vías y sus comunicaciones; millones de vidas fervientes ante sus inmensas perspectivas de horizontes y ríos, y bos– ques, parques y praderas, la propia soledad es una afirmación de uno mismo, necesaria y gloriosa. Cierto que, para muchos, América del Norte es locura y desolación, pero es indudable que sumerge en la soledad. Esta se comprueba como la llave de una exquisita actitud de serena vigilancia, de plenitud de ser, porque, al fin y a la postre, uno descansa en la fe de que la soledad, lejos de ser un raro y curioso fenómeno peculiar mío y de unos cuantos pocos hombres solitarios, es el hecho central e inevitable de la exis– tencia humana. He aquí una concienciación notoriamente yanqui. Dícese que de ahí nacen el amor al retiro y su encanto, así como al co– leccionismo. Hace tiempo escribí que la más importante diferencia entre el americano primitivo y el actual, si se puede decir en una palabra es: «awareness». 666 Aquella vida se vivía con «awareness» o con su esencia, que era una experiencia vital: ahora llevamos una existencia semejante a un sueño de vida en el que todo se nos da a nosotros, y nosotros parecemos no jugar poco ni mucho, ni tomamos parte en el

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