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cuadro del «Angel pionero», el progreso americano: de Nueva York al Oeste: carros, trenes, caballos, búfalos, misioneros, artesanos, indios, buscadores de oro, predicadores, oficiales administrativos, paisajes, soles y tormentas, campeones y astronautas. Y sigue. Mas el principio de este pionerismo es esta máxima: «La aventura no está fuera del hombre, sino dentro de él». Pero al fondo de la vastedad de la pradera, del bosque o de la ciudad, la aventura deja libre el corazón, que palpita por la granja, la casa, el hogar. Religiosidad (God!iness). Uno de los campos en que más se resaltan, los en– cantos siempre nuevos y renovados de los llamados «dorados viejos tiem– pos», es el religioso. Hasta tal punto la religión impregnó la primitiva y bien reciente América que cualquier situación moderna o futurista y los aires de confortabilidad que asumen tan pronto los creyentes yanquis es inter– pretada recelosamente con reproches y nostalgias. País este de Norteamérica, de dimensiones inmensas, extremas y disparadas sentimen– tales, vibrantes y, a la vez, siempre con su tercera o cuarta dimensión de la «armonía en el tumulto», lo radical y lo sof\ado: la tradicional y masiva ar– monía del todo. Se atribuyen a Washington pensamientos como éste: «Ningún pueblo está tan vinculado, experimenta y adora esa in– visible mano -de Dios- que rige los asuntos de los hombres más que este pueblo de los Estados Unidos». En aquel entonces y hasta hace apenas décadas, casi todos iban a los cultos cada domingo. La iglesia era el centro de cada villa o población. Los perfiles de las flechas de los templos resaltaban en lo más importante de la ciudad; ahora se van quedando en las afueras o imperceptibles en el amon– tonamiento de las casas. Los edificios bancarios y comerciales las sustituyen. Esto no es del todo exacto. En realidad hay densidad de iglesias y casas de oración y culto y en todas las dimensiones de modestia experta, sansulpicianismo barato y de oropel, osadías brillantes de aluminio y cristal, bloques bunquerianos y alardes de estilización, limpidez: y siempre de armoniosa eficiencia. He aquí algunos recuerdos de antes. En aquellos tiempos las letras del alfabeto se aprendían con las sagradas: A, de Adán; B, de Biblia; C, de Cristo. La razón es que la Biblia era casi el único libro de texto de las escuelas primarias. Sin la Iglesia no hubieran existido las escuelas en la América primeriza. Los predicadores del domingo eran los maestros de la semana. La iglesia de Washington de aquel tiempo era el sostén de la vida Americana más americana. Hoy es más bien 662
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