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suponer que heIPos visto la última de sus sorpresas. (Ideas de la Introducción, de Daniel J. Boorstin en el libro «American Civilization» 1972, London) No menos mágica resulta la ocurrencia de Gertrude Stein cuando señala la realidad que ha hecho a los Estados Unidos: En Estados Unidos hay más sitio, donde no hay nadie, que sitio donde alguien. Esto es lo que crea a América. Siempre hay sitio para más ... Esta es la espléndida vastedad americana, entendida en sentido de civilización y ámbito religioso, más aun que en su valor, también enorme, paisajístico y geográfico. El «descubrimiento» de América ha venido realizándose en sus cuatro– cientos años. Esa experiencia ha moldeado el carácter de una nación. En algún sentido, ese «descubrimiento» no ha terminado. Las expediciones lunares de hoy son sucesión natural de los primeros exploradores en sus viajes marinos, y las jornadas por tierra de los pioneros. «La frontera» ha sido empujada hacia sus límites terrestres, y el hombre se instala fuera, más allá, en frase del Presidente Kennedy, «a través del nuevo océano del espacio.» De ninguna otra estructura social en el mundo se puede decir que en menos tiempo resultara tan compleja como la norteamericana, formada en los 360 años que siguieron a los primeros asentamientos del Este y con las amplias alternativas dispares que se produjeron y siguen actuando. De su conglomerado hay que hablar de «nación de naciones», «crisol de fun– dición» -melting pot-, (hoy ya menos considerado como nombre); «pluralismo cultural»; «transcultura americana»; «educación inter– cultura», -ejemplo, bilingüismo-; a la vez que se continúa denunciando americanismo, xenofobias, hegemonías, cinismos e hipocresías interna– cionales, segregación, desigualdades, transgresión de derechos humanos, y hasta de colonialismos, recíprocos incluso, pero especialmente, hacia negros, rojos -indios-, morenos -chicanos y portorriqueños-, en general, latinos. Sin embargo, en el progreso por superar tales variantes tan ásperas, y en la lucha permanente por superarlas, parece haber una cierta unanimidad en el concepto y término de «nación pluriétnica». Los inmigrantes menos «involuntarios» fueron los negros a todas luces de piel e historia; y los de más antigua raíz, siempre y cada vez más exalta– tada, es la de los indios, muchos de los cuales siguen en reservas. Por los años setenta culminó la desilusión en unos y otros ante la permanencia de los conflictos, por lo mismo que llegaban a sensibilizarse e intelectualizarse más y más. Pero he aquí que la actitud yanqui, de todos los yanquis: reexa- 644

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