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Se sobresalta el mundo. Siguen los misterios golpeando los muros, velos, sepulcros, piedras y espíritus se derraman: gime la creación algo duele, protesta y adora. Maria se hunde en su esencia y sobrevivencia de Madre se desconciertan los discipulos. Casi solas las mujeres velan. Ha acontecido el Acto Redentor ha nacido Dios Hombre Redentor. Cristo ha muerto sencillamente: rezando. Como nosotros. ¿Qué cristiano no lo ha hecho ya así, muchas veces al sesgo hasta ahora inefectivo de la muerte? San Francisco de Asís, canta a la Hermana Muerte. Nuestro Sefior la reza. Triple valor de su oración: lenguaje, elevación en su caso condescendencia a los hombres, a los humanos y acto de amor. Descansa «noble triunfador» -si alguien por nacer, vivir, morir ha merecido ser Dios inútil hipótesis- ese eres Tú. Así hablabas como Triunfador ayer mismo en tu Jueves «Levantaste los ojos al cielo, diciendo: y ¡aca se lo repites ahora mismo siempre. al Padre, confidencialmente!. Padre ha llegado la hora: manifesta la gloria de tu Hijo, para que tu Hijo manifieste la tuya, 639

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