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EL JESUS GLORIOSO Y MA YESTA TICO DE SAN JUAN Acaso nos referimos a la gloria cuando ensalzamos a Dios y decimos: «Gloria, Gloria, Aleluya», o «Gloria a Dios en las alturas». Pero cuando en la biblia el pueblo judío habla de la «gloria de Dios» se refiere al brillo de Dios manifestándose: su gloria se ve como belleza del cielo y como sobrecogedor fulgor de truenos y relámpagos en sus mandamientos al pueblo de Dios: esa gloria es la expresión del poder, majestad y amor de Dios, manifiestos en lo que El hace por sus hijos. Esta gloria es «vista», pero no es «visible». Como el ser visto de Jesús resucitado. Unicamente la gente con fe puede ver la gloria de Dios y la fe es solo para los que aman. Tal gloria es el máximo tema de San Juan. Ella está en su relato del sufri– miento y de la muerte de Jesús, tal como se lee el Viernes Santo. Este relato de la Pasión, que viene después del «discurso de despedida en la última Cena», nos proporciona una atmósfera positiva y esperan– zadora. Merced a San Juan podemos ver el «Buen Viernes» como «un ahora absolutamente bueno», en vez de un triste recuerdo de una tragedia de tiempos atrás. Si hubo allí siempre un «brillo de Dios», ello ocurrió desde luego en Jesús. El es por sí mismo la autorrevelación de Dios. S. Juan se extasía ante tal maravilla. «Nosotros hemos visto su gloria: la gloria del único Hijo que viniendo del Padre, lleno de gloria perdurable». (Juan, 1, 14). Después que Judas dejó la mesa, Jesús dice: «Ahora es el Hijo de Dios glorificado, y Dios es glorificado en él». (Juan, 13, 31). Y al fin del discurso de la Ultima Cena, Jesús dice: «Padre, ha llegado la hora. Da gloria a tu Hijo, para que tu Hijo pueda dar gloria a Ti. Le has dado la gloria en la tierra, con el acabamiento o realización de la obra que tú le diste para hacer. Dame ahora, Padre, la gloria a tu lado, la gloria que tenía antes de que el mundo fuera hecho mundo». (Juan, 17, 1-4-5) Su muerte no es una equivocación, no es final cruel de un plan bello. En su última cena promete el Espíritu, y afirma: «Voy a preparar sitio para vosotros». Iba a morir. Eso era morir. Es el corazón del misterio: acto de poder y de amor de Dios. El misterio es destruir la muerte: y resucitarse. De esta manera la crucifixión de Jesús es el momento dramático inten– samente humano y divino con extremosidad, acervidad y misericordia; de hundimiento de las humanidades de Cristo y gritos triunfales de su alma y persona divina en la cruz. Es la alusión profética a este momento por parte del mismo Jesús, predicador de sí mismo: Yo, si fuere levantado de la tierra, atraeré todos a mí. Esto lo decía indicando de qué muerte había de morir. (Juan, 12, 32-33) Esta es su gallarda y clamorosa exhibición de hombre Dios: tragedia y 626

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